Por otra parte, ahondando un poco en Ripley y en por qué me resulta tan fascinante, me gustaría adentrarme en el subtexto que propone la serie.
Creo que toda ella es en cierta manera una reflexión acerca de nuestra era, nuestra manera de entender el cine, que ya no es cine, sino contenido audiovisual, en contraposición al pasado analógico del séptimo arte. De hecho diría que toda la serie es una oda a lo analógico, de ahí la importancia casi absoluta del gesto, casi toda la serie es Ripley haciendo cosas "manuales": Ripley comprando billetes de tren, Ripley haciendo la maleta, Ripley firmando documentos, escribiendo cartas... en la pureza del gesto se encuentra la verdad cinematográfica, puesto que el gesto se compone de planos detalle y de montaje, y por ende de planificación. El gesto está en el guión y por tanto el plano y el corte ya están planificados en él. Nada es aleatorio, todo obedece a las reglas internas del relato.
Y con esto volvemos a lo analógico, el gesto de Ripley es la puesta en escena. Cuando se trabajaba en celuloide el material fílmico era limitado: no se podía filmar sin ton ni son, cada metro de celuloide era dinero, y de ahí que la película tuviese que existir en la planificación antes del "gesto" de filmarla. Un espacio, por ejemplo, se entendía arquitectónicamente por los planos que lo conformaban, era el plano el que creaba el espacio. El apartamento de Ripley en Roma está grabado usando siempre los mismos planos y cada uno de ellos obedece a una razón narrativa. No hay peso muerto, solo se usa lo necesario. Y esta es la gran diferencia entre el cine y el contenido audiovisual en el que se filma sin control y a bocajarro gracias a la permisividad de lo digital, donde los planos son tan solo gigabytes que se embuten en un disco duro esperando a que en algún momento alguien les dé forma como buenamente pueda.
Por todo esto creo que Ripley es tan anacrónica como reaccionaria, tan irremediablemente fascinante. Toda ella es perfecta en su altivez, en su grito de soberbia hacia la pureza del cine como el arte del tiempo, que no es más -ni menos- que el del gesto en el espacio.