Silksong y Nightreign.
Nightreign esperaba de él, pero no tanto, ni en términos del buen soporte que le han ido dando a lo largo del tiempo ni del resultado final, pero lo han clavado y la verdad es que no me importaría que paralelalmente a los juegos principales de la serie siguieran experimentando con este tipo de juegos en el futuro.
Silksong es uno de esos juegos cuya magnitud me cuesta describir. Me pasa un poco como con la arquitectura de los Souls. Hay juegos, que para mí son de 10, que fundamentalmente entiendo. Los juego, y comprendo el proceso creativo y la toma de decisiones. Dark Souls III, por ejemplo, es un juego de 10 para mí pero cuya composición entiendo. Sé como llega ahí y yo mismo sería capaz -creativamente- de llegar al mismo sitio. Ninja Gaiden 2 es otro juego para mí de 10 el cual, de nuevo, comprendo.
Pero Silksong es uno de esos casos que no consigo comprender cómo se ha podido condensar todo con semejante perfección. El mundo, los detalles del mundo, las conexiones del mundo, el arte y la cohesión del arte, los mil millones de flags internos que tiene entre eventos de mundo y eventos de personajes -lo típico de que algo no pasa o no cambia hasta que no has hecho otro algo en otro sitio distinto, a menudo involucrando personajes-. Lo que menos me cuesta comprender de Silksong, y lo que menos me sorprende, es su apartado jugable, de hecho. El movimiento del personaje y de los jefes, aunque sea de diez, soy capaz de procesarlo sin problema. Pero todo lo demás, no.
Lo de Silksong es especial para mí porque hacía años que no jugaba un juego que me diera tanto por tan poco. Un juego tan masivamente grande pero al mismo tiempo denso y detallado que conforme lo estás jugando dices no entiendo nada, es como si fuera magia o como si estuviera adelantado 30 años al resto.