Anecdotilla de vigilante sinvergüenza y maricón.
Cuando trabajé en el centro de menores tuve a un moro bastante tocapelotas al que tuve que engrilletar un par de veces. Pues cuando se "portaba bien" lo recompensaban con chuces y gominolas. Y yo indicando a los educadores que aquello llevaba gelatina hecha con cerdo pero nada, había que tener contento al crio.
Hasta que un día me hinchó tanto los cojones que se lo dije. Primero no me quiso creer y después fue a pedir explicaciones a los educadores. Lo siguiente fue ir a hacerme unas palomitas y ver el mundo arder.