"Somos mercenarios, no verdugos. No participaré de la ejecución de un hombre indefenso que además ha hecho un trato con nosotros y ha jurado cambiar de vida. No soy ciega, sé que podría estar mintiendo, pero no voy a traicionar mis principios por una simple sospecha", dice con tono suave, pero ligeramente molesto.
"Venga, maestro. Siéntese ahí, en ese tocón. Voy a revisar mi bolsa; con tanto trajín, quizás alguna poción se haya roto", finaliza, señalando un lugar para que el sacerdote se acomode junto a ella.