Me pasa lo mismo. Hace años podía tener sesiones de 6 horas jugando y estaba tan fresco.
Ahora, a mis 37 castañas, si estoy más de dos horas delante de una pantalla me duele la espalda, se me cansa la vista e incluso me aburro.
Por fortuna tengo el secreto para no llegar a ese punto: tener un hijo y no poder llegar nunca a jugar más de media hora.