Bailey Bruer
Casa de los Doyle
Tarde, 3 de octubre de 2023
La presencia de su padre y de King obra un pequeño milagro en Bailey, pero es la idea de volver a su hogar lo que al fin la hace reaccionar. Aunque con el pelo asalvajado y el rostro aún pálido, Bailey logra sonreír desde el corazón primero a su padre, y luego a su perro. "Sí... creo que eso estaría bien." Su voz sale queda, débil, pero segura.
Aunque falta de energías, Bailey logra agacharse para recoger su boina y su bolso, colocándoselos despacio y con cuidado. Entonces, frente al lavabo, cuando va a accionar el grifo para sacar agua con la que lavarse la cara, siente el impulso de darle un puñetazo al espejo. No lo hace, claro. Eso queda muy bien en las películas, pero no quiere herirse la mano. Al final, lo importante es la razón por la que siente ese impulso. Lo que el corazón le dice: que no va a dejar que unas alucinaciones estúpidas le hagan hacer daño a sus seres queridos. Al infierno con bebés fantasmagóricos y visiones siniestras. Si esto es todo lo que pueden hacer, realmente no son gran cosa, ¿no?
Con algo de prisa, Bailey se lava el rostro, y luego saca un cepillo de su bolso para peinarse un poco, todo mientras se ruboriza de vergüenza al notar cómo Alan y King la observan, quizá aún preocupados. Está demasiado confundida para pensar, y de hecho prefiere no pensar en nada en ese momento. Una vez ha terminado de arreglarse mínimanete, agarra el cepillo con ambas manos y respira profundamente. El maquillaje se le había corrido y ha tenido que quitárselo, pero por suerte no lo necesita para volver a sentirse mejor al mirarse al espejo. Una vez deja el cepillo en su bolso, Bailey se da la vuelta, y con unos pasos tan decididos como de costumbre, aunque algo más lentos por el cansancio, se acerca a su padre y lo toma del brazo para caminar a su lado, mirándolo a la cara con una sonrisa agotada pero feliz. Especialmente ante la idea de irse a casa.
"¿Nos vamos?"