Bailey Bruer
Casa de los Bruer
4 de Octubre de 2023
Es imposible despertar con frío en la habitación de Bailey, teniendo en cuenta su gusto en decoración y lo... espesa y mullida que es (la habitación, no Bailey, aunque dependiendo de a quién se pregunte...). Si no mira por la ventana, algo que no tiende a hacer muy a menudo por las mañanas, es normal que la chica rubia ni se dé cuenta de qué está pasando fuera. Gracias a eso, Bailey todavía está en pijama y peinándose cuando oye a King rascar la puerta y ladrar con excitación. Bailey cruza la habitación y abre la puerta, momento en el cual King se abalanza contra ella, las patas de delante dándole toques en el estómago.
"¡Ala! ¿Qué pasa?" Bailey exclama, extrañada, especialmente cuando se da cuenta de que King está mojado. No empapado, exactamente, porque entonces Bailey pensaría que su padre había bañado al perro... aunque tan temprano por la mañana... no, eso no suena muy probable. ¿Lluvia, entonces? ¿Se ha metido en algún charco?
La joven se gira y se encamina hacia la ventana, pero a mitad de camino ya puede ver las copas de los árboles en la distancia, y la capa blanca que los cubre a ellos, y luego a la hierba a sus pies. El rostro de Bailey se ilumina, con un brillo entusiasta asomando a sus ojos a la vez que una sonrisa curva sus labios. La chica pone las yemas de sus dedos contra la cristalera de su ventana, y disfruta del fresco que siente a través del cristal mientras deja su mirada vagar por el paisaje nevado.
"Jo, qué guay..."
Tras pasar un minuto mirando, viendo lo espeso de la nevada y que además todavía está nevando, la chica se da cuenta de que va a tener que ponerle la capota a su coche, lo que puede sumarle varios minutos a su conmuta diaria.
"¡Mecachis!" Comprendiendo que puede llegar tarde, la joven se apresura a vestirse. Haciendo algo muy poco característico para ella, Bailey opta por ponerse lo mismo que ayer por la tarde: ropa interior femenina (incluyendo, esta vez, unas medias térmicas), falda plisada verde oscuro que le cubre las rodillas, blusa blanca, chaqueta aterciopelada azul oscuro con botones y gemelos dorados, una bufanda y una boina escocesas a cuadros verdes a y a juego con la falda, zapatos marrones, guantes de lana negra que se guarda en el bolsillo de la chaqueta para después, y unos pendientes en forma de rosas doradas. Lo único que cambia respecto al día anterior es que la joven se recoge la melena en una coleta (que por desastrada que esté le sigue quedando bien, de alguna manera), y se pone el maquillaje de todos los días, nada especial. Además, cuando baja las escaleras lo hace con un abrigo bien grueso colgándole del brazo. Es un conjunto que tapa bastante las curvas de Bailey, para desgracia de más de un estudiante.
De camino, cuando está en el pasillo, se da cuenta de que hay una pala al lado de la puerta de la casa, y que está mojada. Es obvio que su padre ha estado quitando nieve, aunque quizá el esfuerzo haya sido en balde dado que está nevando.
Del pasillo, Bailey va a la cocina, donde encuentra a su padre casi a punto de servir el desayuno. "¡Buenos días!", lo saluda con entusiasmo, mientras deja sobre un taburete su mochila y su abrigo. Se detiene un momento entonces, aguzando el oído. Del otro lado de la pared, y viniéndole el sonido por el pasillo, puede oír que la televisión del cuarto de estar está encendida y que por ella dan las noticias y el parte del tiempo.
¿Y si dijeran que se suspenden las clases por hoy? Bailey se encamina rápidamente al cuarto de estar, por si cayera esa breva...