Isolee
Bailey Bruer
Lonja de Innisport
4 de Octubre de 2023
A Bailey le gusta conducir.
Hay algo en su alma de adolescente estadounidense que adora el tener un par de toneladas de metal bajo su control. Si a eso se le suma buena música, la compañía de su perro, y además la poco-común presencia de su padre, la verdad es que la mañana promete. Sólo podría ser mejor si tuviera también a María con ellos... ¿y porqué no a Milly también? Quizá Milly no fuera todavía lo que ella llamaría una amiga del alma, pero su madre le había dicho algunas veces que toda buena amistad empieza por la curiosidad, y Bailey debía admitir que Milly despertaba esa curiosidad.
El problema era que no la ahuyentara abriendo la boca, pero bueno, todo se andaría.
Una vez en la lonja, Bailey busca aparcamiento en el lugar más pulcro que encuentra. Parte de eso es no manchar su Eclipse, pero la otra es no mancharse ella. O su padre. Viendo lo revuelto del mar, y dado que van a la zona portuaria, Bailey ya va con la idea de que va a tener que limpiar el coche bien más tarde, o mañana. Ay, Dios mío, seguro que King le dejaba la parte de atrás hecha un barrizal...
Apagando rápidamente una mueca, la joven detiene el coche, apaga el motor, y atrapa a King en sus brazos justo antes de que éste se escurra al exterior. "¡Woah, quieto nene!"
Con cuidado, Bailey deja al confundido animal en el primer tramo de acera razonablemente limpio que encuentra (es decir, uno húmedo pero al menos no embarrado). Entonces, se recoloca la boina, guarda las gafas de sol en su bolso, y se recoloca bufanda, faldita y chaqueta, poniéndose tan imperiosamente coqueta como siempre (excepto cuando quiere estar coquetonamente imperiosa, aunque eso requiere mucha menos ropa pero mucha más actitud). Dado el estado de la ciudad, Bailey agradece con un suspiro el haber pensado en las botas. Entonces, con una naturalidad sin esfuerzo, se pega al brazo de Alan y sonríe. "Cuando quieras, Papá."
Aunque la sombra de la duda está empezando a acercarse a su mente, lo cierto es que el día parece pintar bien, al menos por el momento.
Está a punto de decirle algo más, aunque sea por distraerse ante esa duda, cuando recuerda que debería comprobar su móvil. Abre el bolso y lo saca, y efectivamente, su intuición se ve recompensada por un mensaje de voz de María. Ay, cómo le gustaría estar ahora con ella entre almohadones, tomando un chocolate caliente... bueeeeeeeeno, el día aún era joven. ¿Porqué no más tarde? Si acababan con esto rápidamente...
Bailey se encoge de hombros, y entonces escucha su mensaje. Es demasiado tarde cuando se da cuenta de que si ella puede oírlo, Alan también. Y que María mencione a una gótica y el cementerio, con la que está cayendo ahora...
Dios mío, que no diga nada, que no diga nada, piensa la chica para sí misma, pensando en las pocas probabilidades de mentirle bien a su padre sin tener un guión preparado...