Bailey se encuentra en la esquina del baño, encogida contra las paredes, respirando con algo de dificultad. Repasar recuerdos agradables, incluso aquellos que la pican con la nostalgia, la ayuda a serenarse un poco. El episodio con María, sumado a lo que ocurrió en la granja de los vecinos, le ha sacudido el corazón de una manera que la deja nerviosa y vulnerable. Conforme más cosas extrañas pasan a su alrededor, y al tener el presentimiento de que todo se relaciona y se estrecha a su alrededor, como una soga alrededor del cuello...
... pero no, Bailey no quiere pensar así. Mientras se envuelve el torso con su brazo izquierdo, con el derecho se frota la cara, anclándose en la realidad mediante esa sensación física en lugar de entregarse a pensamientos lúgubres.
Es entonces cuando María entra en el lavabo, llamándola.
Si hay algo que puede reafirmarla en el mundo real, es la presencia de su amiga latina. La chica rubia se rehace, tratando de aparentar más fuerza de la que siente en realidad, mientras se acerca a ella. Con los dedos, aparta de sus ojos las lágrimas que empezaban a aflorar. "Hola, nena. ¿Estás mejor ahora? Acércate, anda."
Bailey toma a María de la mano y la coloca junto a un lavabo. "Voy a limpiarte la cara, ¿vale? Sé que sabes hacerlo tú sola, pero si se te escapa aunque sea un poco, a lo mejor tu madre se da cuenta y empieza a hacer preguntas."
Mientras la joven rubia toma papel higiénico, lo empapa un poco y lo pasa suavemente por la cara de María, una parte de ella la acusa de falsedad. No está limpiando la cara de su amiga por hacerle un favor, sino porque la actividad la tranquiliza a ella misma.
La otra parte de su ser no dice nada. Es totalmente verdad.
Milly entra cuando Bailey está aún en ello. Lo cierto es que a pesar del espectáculo, María no se ha manchado gran cosa. La que peor ha salido parada con diferencia ha sido la bufanda de Bailey. De repente, se pregunta cómo le va a explicar eso a su padre, aunque en realidad más bien le fastidia que la prenda esté ahora arruinada, y se pregunta cuánto costará sacarle la sangre. Sin embargo, la entrada de la chica con coletas interrumpe esos pensamientos. De repente, Bailey vuelve a sentirse algo... vulnerable. Milly no es el tipo de persona que inspira confianza. De hecho, todo lo contrario.
"Hola, Milly. Bueno, esto ya está, creo." Bailey arroja a una papelera el último resto de papel higiénico con sangre. "Debería estar todo bien ahora..."