La puerta de la casa de los Bruer se abre con un suave chirrido, desvelando la noche envuelta en silencio. Junto a King; Alan, Bailey y Marina se detienen justo en la entrada, encendiendo las linternas que iluminan ahora el jardín, proyectando sombras largas y fantasmagóricas.
Alan mira a su alrededor, claramente desconcertado. "Hace un momento había gente ahí, faenando en la oscuridad, cantando", murmura, su voz cargada de confusión. Luego, casi en un susurro, comienza a tararear suavemente:
"Follow the Drinking Gourd,
For the old man is waiting to carry you to freedom,
If you follow the drinking gourd."
La canción, un lamento de tiempos pasados, se mezcla con el viento nocturno.
Continúan su camino hacia la verja que marca el límite entre las propiedades de los Bruer y los Doyle. La luz en la casa de los Doyle brilla intensamente a lo lejos como un faro solitario en la oscuridad que lo envuelve todo.
De repente, con una linterna en la mano, la figura del señor Doyle aparece al otro lado de la verja. Él les saluda con una sonrisa amplia, casi demasiado alegre para el momento.
"¿Está todo bien por aquí?" pregunta con un tono jovial que apenas esconde una nota de curiosidad. "Vi que la verja estaba rota hace unos días y pensé en venir a arreglarla."
Alan, manteniendo una compostura formal, responde con un cortés asentimiento. "Todo en orden, gracias, Ted. Apreciamos mucho su esfuerzo," dice, aunque una sombra de sospecha cruza brevemente su rostro.
"Bueno, pues vuelvo a casa que la cena debe estar a punto", se despide con un gesto amable y se aleja, caminando de vuelta hacia la luz de su casa y desapareciendo de la vista.
Una vez que el señor Doyle se ha ido, King, que había estado tranquilo hasta ese momento, comienza a mostrar signos de inquietud. Se acerca a un viejo árbol cerca de la verja y empieza a dar vueltas alrededor, olfateando intensamente el suelo. Con creciente excitación, comienza a escarbar en la tierra, sus patas levantando nubes de tierra mientras gruñe suavemente.