No habéis comido una buena tortilla de patata en vuestra puta vida.
Lo primero, los huevos tienen que ser de gallina criada en libertad en las montañas de Nepal y que se hayan puesto en noche de luna llena con Marte y Júpiter alineados y Saturno en ascensión.
Las patatas, criadas directamente de la madre tierra en los valles secos de las ruinas de Mesopotamia, regadas con lágrimas de vírgenes.
El aceite, ¡ay amigos el aceite! Directamente de aceitunas del árbol de la vida, recogidas a mano una a una por ancestros de los grandes cultivadores de la Atlántida.
La sal, la sal extraída directamente de la caspa de Zeus.
Y la cebolla, la cebolla como mi polla, pulcra y dando esplendor.