Cuentos completos de Flannery O'Connor
Algunos escritores escriben porque tienen talento -o creen tenerlo, en todo caso es lo mismo-, otros en cambio escriben por pura pulsión vital; un aliento con el que exhalan la verdad que llevan dentro y que necesitan exteriorizar. Estos últimos son los que pasan a la historia, y tras leer los cuentos de Flannery O'Connor puedo afirmar que la norteamericana pertenece a este selecto grupo de elegidos.
La suya es una escritura que nace de una inteligencia superior pero que sabe que eso solo sirve para llegar hasta cierto punto; el resto, lo más importante, debe salir de las entrañas. Una escritura a flor de piel que rehúsa el virtuosismo en favor de la verdad y la emoción. Su análisis del alma humana, con esos personajes a menudo grotescos, se fundamenta en la consciencia de todas nuestras contradicciones: en nosotros el mal nunca es absoluto y la bondad jamás es pura. De esta manera sus personajes parecen estar siempre perdidos y desenfocados, buscando certezas que apenas pueden vislumbrar hasta el momento último de la revelación, que siempre llega tardía y que no da orden ni consuelo.
Narración siempre serpenteante, sanguínea, que tan pronto te arrastra por las heces de lo mundano como te eleva, con una luminosidad casi cegadora, hasta lo trascendental.
El corto verano de la anarquía: Vida y muerte de Buenaventura Durruti de Hans Magnus Enzensberger
No creía que este libro me fuese a llegar tan hondo. Desconocía totalmente al autor y lo empecé simplemente por interés en el tema que trata -la figura de Buenaventura Durruti y la historia del anarquismo en España-, pero lo he terminado con un inmenso sentimiento de plenitud intelectual y emocional.
La Historia -escrita con H mayúscula-, la memoria y la siempre inalcanzable verdad son sin duda los conceptos literarios que más me fascinan, y este libro ahonda en ellos de una forma tan hermosa como sugerente. De la mano de Durruti y su sueño anarquista recorremos esas fascinantes primeras décadas del siglo XX, en las que los ideales aún tenían sentido y la gente aún creía en la posibilidad de un mundo mejor. Desde nuestro presente sabemos demasiado bien que todo ello solo lleva a derramamientos de sangre, pero hay un romanticismo y una nostalgia que es imposible no sentir por aquellos años en los que parecía escribirse cada día una nueva página de la Historia.
Como bien nos avisa su autor, este no es un libro científico. Los hechos están allí para quien los quiera, así como las infinitas versiones de ellos que la memoria ha olvidado o borrado; sin embargo lo verdaderamente importante es sumergirnos en ese maremoto fascinante; ese laberinto de revoluciones, contrarrevoluciones, guerras civiles, héroes y mitos, para encontrar de esta forma el momento justo en el que los ideales fueron alcanzados por el rayo destructor de la realidad.
Las reglas de Londres de Mick Herron
Otra buena adición a esta saga, quizás la más importante en la actualidad en lo que a literatura de espionaje se refiere. Mantiene todas las virtudes que definen la pluma de Herron: diálogos hilarantes llenos de ingenio, personajes con toneladas de carisma, una visión cínica del mundo y, por supuesto, Jackson Lamb, una de las mayores creaciones literarias de nuestros tiempos, a la altura de los grandes personajes de la literatura victoriana clásica.
Por desgracia también se mantienen algunas de las flaquezas que han definido la saga desde sus inicios: sobredosis de casualidades, un ritmo a veces demasiado rápido y desenlaces algo atropellados y facilones. Pero todo ello lo paso por alto pues sus virtudes convierten a las novelas de Mick Herron en una de esas píldoras de puro entretenimiento e inventiva que todo lector agradece de tanto en tanto.
El mago de Lublin de Isaac Bashevis Singer
Por un lado fábula moral de tintes dovstoievskianos y por otro compendio de los fundamentos esenciales de la filosofía judía.
Aúna momentos de gran hondura existencialista -esas eternas preguntas sin respuesta que estamos condenados a repetirnos ad nauseam- con pasajes profundamente nihilistas que acaban desembocando en ese excepcional tramo final en el que nuestro protagonista desciende por su propio infierno personal para terminar viendo el "rostro de Dios", que no es otra cosa que el negativo de nuestra sombra.
Para un materialista irredento como yo, sin embargo, el epílogo en el que el autor nos muestra la redención del protagonista resulta un tanto acartonado a nivel humano y cae demasiado en la moraleja religiosa. Con todo se trata de una novela más que interesante y un clásico fundamental de la literatura judía moderna.