El cordero carnívoro de Agustín Gómez Arcos
¡Qué novela tan fascinante! Cuantas rarezas y hallazgos contiene, y qué antagónicos resultan los sentimientos que despierta a cada momento. La de Agustín Gómez Arcos es una escritura febril, a flor de piel, llena de rabia y por ende de pura vida.
Historia de aprendizaje teñida siempre de sangre; la que corre por nuestras venas y nos define a nuestro pesar. Historia de una familia muerta en vida: encerrada en una casa convertida en el mausoleo de la derrota. Historia, en definitiva, de un amor absoluto.
El incesto homosexual como único acto revolucionario posible para una generación desheredada; la de los hijos no deseados de los derrotados, incapaces de encontrar su lugar en el mundo de los vencedores. Un amor imposible, enfermizo, que se da la vuelta sobre si mismo hasta encontrar la herida primordial. Esa de la que todos nacemos y de la que no podemos escapar, y a la que no queda otra opción que rendirse. Somos tanto los errores de nuestros padres como su único modo de seguir existiendo en un mundo que los olvidó antes de que pudiesen exhalar su último aliento. Siendo esta nuestra mayor maldición y nuestra única bendición.
Demon Copperhead de Barbara Kingsolver
Revisión de David Copperfield -una de mis novelas preferidas- ambientada a principios del siglo XXI en una Norteamérica rural arrasada por la epidemia de los opioides y hundida en la pobreza institucional. Una buena novela que se dirige al gran público -como ya hacía Dickens- para dar voz a los desheredados y a los hijos de la pobreza, que por desgracia aún pueblan nuestro mundo.
Se trata tanto de un canto orgulloso y lleno de amor a las culturas más marginadas de los Estados Unidos -lo que comúnmente llamamos rednecks o paletos- como una denuncia indignada hacia los males del gran capital y sus horribles consecuencias. Todo ello descrito por la voz de su protagonista, Demon Copperhead, un huérfano tanto de sus padres como del sistema.
La escritura es sencilla y funcional, las referencias a la obra maestra de Dickens harán las delicias de todos los que la hayan leído y los personajes son entrañables y están bien construidos. Sabe mantener un buen equilibrio tonal entre los momentos más duros y los más distendidos, evitando de esta manera convertirse en pornografía de la miseria. Dentro de la gran cantidad de novelas norteamericanas que la crítica suele sobredimensionar esta al menos es honesta y consigue tener éxito en lo que se propone, aunque no llegue ni de lejos a las cumbres literarias de la prosa de Dickens.
Los Buddenbrook de Thomas Mann
Los Budenbrook narra el devenir de las últimas generaciones de una familia del norte de Alemania a finales del siglo XIX. Es, por encima de todo, una radiografia perfecta de un modo de vida anclado en un momento y lugar específicos. Mann disecciona de forma realista -con una pluma siempre teñida de ironía y cierta distancia emocional- el concepto mismo de la burguesía; desde sus modales estéticos y morales hasta el propio estado mental de su existencia.
Es, de esta manera, una novela materialista que nunca deja de lado la psicología de sus personajes, a los que es capaz de analizar con soberbia perfección en su idiosincrasia con unos pocos retazos de gran altura literaria. Se trata también de una novela poderosamente moderna en su manejo de los tiempos y ritmos. Mann -con tan solo veinticinco años- demuestra un dominio quirurgico de la narración: sabe cuando detenerse en un instante específico para hacer un retrato de una situación emocional concreta y cuando hacer avanzar el tiempo, siempre haciendo énfasis en el análisis del mundo -interior y exterior- de la burguesía protestante por encima de las necesidades de la trama, a la que, de forma profundamente moderna, no presta una atención minuciosa. Su interés por tanto no es tanto el de narrar como el de retratar.
Los Budenbrook es de esta manera una novela que contiene un mundo y un tiempo en si misma y que debe ser entendida no tanto como la historia de una familia si no como la captura de "un estado de las cosas"; se trata de preservar en la memoria un modo de vida ya desaparecido en toda su complejidad material, social y emocional.
El fallo de Antonis Samarakis
Samarakis diseña en El fallo una novela que tiene mucho de juego literario: la narración entendida como un engranaje diseñado alrededor de tres puntos de vista que no dejan de permutar entre ellos, revelando poco a poco, con un ritmo perfecto, una partida de ajedrez psicológica convertida en baile de espejos.
Sin embargo la brillantez conceptual de la novela no se sostendría por si sola si no fuese por la alegoría política que el autor construye a su alrededor y que, en su deslumbrante final, acaba por teñir de un existencialismo a la vez pesimista y perturbadoramente bello. Una pequeña pero magnífica pieza de orfebrería literaria.