Terminado Expedition 33 tras unas 68 horas, habiendo conseguido prácticamente todo lo que ofrece una partida completa (quizá me falte algún pictos, y seguramente le daré otra pasada en NG+ para acabar de conseguirlo todo).
Cuando se anunció, me llamó la atención por su apartado visual tan llamativo y su combate estiloso, pero mantuve las expectativas moderadas. Al ser el primer juego del estudio y viendo el nivel gráfico, asumí que el sistema de combate cumpliría sin destacar. Pero eso ya me parecía suficiente.
La realidad superó con creces esas expectativas.
El juego te atrapa desde el primer minuto con su ambientación, un arte deslumbrante y una banda sonora que no tiene sentido lo buena que es. Solo el tema del menú principal ya logra encogerte el corazón y te hace ver que estás ante algo especial. A esto se suman unos personajes bien construidos y una premisa narrativa interesante, que despiertan curiosidad.
Y si bien el combate es tan vistoso como esperaba, lo que no imaginaba es que sería tan bueno y tan adictivo. Cada personaje cuenta con una mecánica única, y todas me parecieron divertidas y bien implementadas. A medida que avanzas y desbloqueas nuevas habilidades, el sistema gana en profundidad. Se abre un abanico de combinaciones y sinergias que el propio juego te invita a experimentar, con la posibilidad de romper el sistema y alcanzar cifras de daño absurdas. La progresión de cada personaje, mediante un árbol de habilidades y asignación de puntos en estadísticas, depende de cada jugador. Puedes crear auténticos cañones de cristal o apostar por estrategias más defensivas o de apoyo.
El sistema de habilidades pasivas recuerda al de Final Fantasy IX pero más cómodo: dominas habilidades asociadas a objetos tras cierto tiempo de uso, y luego puedes equiparlas libremente a cualquier personaje (con limitaciones de espacio para obligarte a gestionarlas). Eso sí, su gestión se ve algo empañada por unos menús poco intuitivos (aunque te terminas acostumbrando). En cuanto a la parte de acción, se inspira en los Mario RPG, incorporando comandos de reacción para maximizar el daño, esquivar, bloquear o contraatacar. Esta combinación entre turnos y acción se siente ágil, espectacular y muy satisfactoria cuando clavas los tiempos.
En dificultad máxima, dominar ambos aspectos del combate es clave, especialmente en el postgame o si decides desviarte del camino principal antes de tiempo.
La progresión y el ritmo del juego son constantes sorpresas. Las localizaciones son preciosas y variadas. Aunque lineales en estructura, suelen presentar ramificaciones y algunas son considerablemente grandes. La exploración, pese a una orientación algo mejorable, se ve recompensada de distintas formas (objetos útiles, cosméticos o enemigos opcionales, lore...) y eso hace que quieras recorrerlos de arriba abajo. El mapamundi, que se va abriendo con nuevas zonas opcionales, ofrece una libertad bien medida: tiene muchas áreas por descubrir, pero nunca se vuelve abrumador, y recorrerlo resulta divertido.
La música mantiene un nivel altísimo constante. Con temazos de distintos estilos. La curva de aprendizaje y la evolución del combate están muy bien balanceadas.
Los personajes son carismáticos, y sus diálogos están bien escritos y llenos de personalidad. Logran que conectes con ellos y empatices. La historia, además, gana en interés e intensidad conforme avanzas. Comienza fuerte y termina aún mejor. Hay espacio para el drama, pero también para momentos relajados, íntimos o cómicos que no desentonan. Las cinemáticas, con una gran puesta en escena, refuerzan aún más el impacto narrativo. Eso sí, me habría gustado más trasfondo en algunas cosas. Ojalá saquen una precuela).
Expedition 33 brilla en todos sus apartados. Se nota que está hecho por gente con talento, pasión y respeto por los juegos que los inspiran.
Una auténtica obra de arte.