Jugablemente puede ser fácilmente el mejor juego de la saga. Se la sacaron. Así de simple. Las nuevas mecánicas como la ruptura o el uso de los emblemas son una genialidad, y están bien medidas, a diferencia de otras entregas como Awakening que rompen el juego por completo desde el principio. A los mapas les falta mayor variedad de objetivos, pero durante todo el juego van incorporando nuevas mecánicas en ellos que refrescan las batallas.
Por otro lado, el sistema gatcha sobra, la verdad, pero tampoco interfiere mucho y acaban sobrándote los fragmentos de lazo. Y se empeñan en meterte decenas de chorradas anódinas que nadie pide como el minijuego del ejercicio o el shooter montado en wyvern. Por suerte son totalmente irrelevantes y las puedes ignorar, pero da penita. En 3 Houses por lo menos tenía más sentido por el tema del monasterio y era más interesante.
La banda sonora, excelente. Artísticamente hablando, ese estilo no es mi favorito, aunque tiene algunos diseños chulos. Prefiero el estilo de 3 Houses por mucho. Gráficamente tiene un salto importante respecto al juego de Byleth, eso sí.
A nivel de historia, de mediocre no pasa. Aunque la esperaba peor, la historia en sí tampoco está tan mal, pero el desarrollo de esta y sus personajes es lamentable. Está claro que es algo que no se toma en serio.
Porque este juego no deja de ser una celebración de aniversario de la saga, y en lo que más se centra aparte de la jugabilidad. Como fan de FE, su fanservice es puro gozo. El uso de los personajes de las anteriores entregas, las referencias a sus juegos, los mapas de los desvíos que protagonizan... Incluso la aparición de sus respectivos villanos en el capítulo final, aunque fue una oportunidad perdida que los representaran como enemigos genéricos y no con su diseño original . Aún así me faltó incluso más fanservice.
Resumen: juegarral imprescindible para los amantes de la estrategia y de FE, pero si buscas una historia memorable, olvídate.