En el Bosque
El huargo se mueve demasiado rápido para que el grupo pueda hacer planes y reaccionar al instante.
Es Elijah quien les da el tiempo necesario.
El joven de color toma tridente y red y avanza, atrayendo la atención de la bestia. Con no pocos nervios, Elijah adelanta la triple punta de su arma. Al ver esto, el monstruo frena, y da un salto lateral, buscando evitar el tridente y atacar al mismo tiempo. Elijah, ágil y vigoroso, vuelve a interponerse entre el huargo y los demás. Los dos se enfrentan el uno al otro, el huargo buscando la manera de evitar el tridente y atacar, y Elijah tratando de elegir el momento correcto para lanzar su red al tiempo que no lo deja avanzar. El huargo gruñe y muestra los dientes mientras la sangre de su herida le empapa el pecho y gotea al suelo. Elijah se mueve, sintiendo el vigor y fuerza de su nuevo cuerpo como jamás lo había sentido antes. La sangre corre caliente por sus venas, sus piernas se sienten tan firmes y sólidas como si fueran robóticas, y sus brazos tensos parecen pedirle atacar. Sin embargo, en su mente sabe que debe mantenerse frío y calculador.
Entonces, el huargo aparta la mirada de Elijah.
Apenas han transcurrido treinta segundos, pero son suficientes para que Ronan ahora se ponga junto a Elijah. Y un poco más allá, Erdwan. Poniendo unos pocos metros entre los tres, los aventureros logran cerrarle el paso al huargo, que ya no puede atacar a nadie sin pasar por encima de uno de ellos. Además, ahora separan a la criatura del huevo, de María y de Esclavo.
"¡JUA-JÁ!"
El enorme orco cazador salta de entre los árboles y aterriza en la hierba, sosteniendo la ballesta en sus manos. Con bastante menos gracia y agilidad aterrizan también sus dos compinches, Mogo y Nyeh, portando entre los dos unas sogas de aspecto muy recio. El orco corre hacia el huevo, señalando a los demás con un dedo. "¡Eso es, entretened a esa cosa! ¡El huevo casi es nuestro ya!"
El huargo mira al orco y sus secuaces, y luego a los tres aventureros que le cierran el paso. Apenas tarda un segundo en pensarse la situación. Sin dudar apenas, el animal ruge con todas sus fuerzas al tiempo que carga como un maníaco hacia Camorro. Su trayectoria lo lleva directamente hacia donde está Elijah. Cuando el joven está seguro de que el huargo lo va a arrollar, se hace a un lado al tiempo que la bestia lo esquiva. Es el momento perfecto: dando una voz de aviso, Elijah extiende la red de una brazada. Ronan, que es el siguiente que está más cerca, ve e intuye lo que va a hacer, y salta hacia el huargo, extendiendo la mano. Logra atrapar la sección de red más cercana...
... pero el huargo pasa como un tren entre los dos antes de que puedan plantar los pies en tierra con firmeza. El huargo entra en la red de lleno pero se lleva a los dos aventureros con él. Sus brazos protestan de dolor mientras sus piernas dan golpes al suelo, tratando de que no acaben mordiendo el polvo literalmente.
Viéndolo venir, Camorro se detiene, poniendo cara de fastidio. "Al final lo tengo que hacer todo yo. Bueno, ¡seguro que su piel vale otro pico!"
Más animado, el cazador se arrodilla y cierra un ojo conforme apunta con su ballesta al huargo, abriendo los labios en una sonrisa feroz.
Pero antes de que pueda apretar el gatillo, María se coloca entre la bestia y Camorro, brazos abiertos en cruz. El orco abre ambos ojos y la mira como si estuviera loca, sus dos compinches paralizados por el miedo al huargo que se acerca. Ronan y Elijah, seguidos de cerca por Erdwan, que toca una melodía para darles fuerzas, logran al final ponerse en pie firme y tirar de la red, en parte porque el huargo claramente está perdiendo fuerzas.
Y porque, como pueden darse ellos cuenta ahora también, Camorro está apuntando a María con su ballesta.
Cuando Camorro ve que el huargo se detiene por la amenaza a María... se lanza hacia ella con la ballesta por delante.
Al ver esto, el huargo hace un último avance, pero no para atacar a María. Con su enorme pata, y con mucha mayor suavidad de la que podría parecer, aparta a María de la trayectoria de la ballesta.
Camorro corrige su puntería y sin dudar ni un milisegundo, aprieta el gatillo.
Otro virote se clava en el pecho del huargo con el sonido de un golpe horrible. El animal se mantiene erguido, y gira la cabeza para mirar a María. Viendo que la chica está a salvo... cierra los ojos y se desploma pesadamente sobre la hierba junto a María, respirando muy débilmente. La sangre mana copiosamente de las dos heridas en su pecho.
"¡Hm!" Con un sonido de auto-satisfacción, el orco deja la ballesta sobre la hierba y saca pipa y tabaco. Mientras los prepara para ponerse a fumar, observa al animal moribundo con una sonrisa cruel. "Si llego a saber que iba a ser así de fácil, ni os llamo. Pero gracias por la ayuda de todos modos."