Estos días me he dado cuenta de algo curioso en el curro: en la hora de la comida, las charlas con los compañeros siempre acaban yendo de pasta y de comprar cosas. Este y el otro hablan con todo lujo de detalles sobre modelos de coches, las ventajas y desventajas de este o aquel... que si la empresa asume el coste, pero luego te lo descuentan del sueldo al ser un pago en especie, y bla, bla, bla. Como no todos los compañeros tenemos acceso a estos privilegios parece más bien una forma de fardar su estatus y presumir. Bueno, es normal, estamos en Alemania, y aquí tener coche es una religión. Pero yo intento no joder demasiado el medioambiente y paso de comprarme un coche mientras pueda evitarlo.
Esta semana, sin embargo, se han pasado tres pueblos con lo de comprar y gastar dinero. Claro, es que es el Black Friday, luego el Cyber Monday, y no sé qué paridas más. El otro día, en la pausa del mediodía, empezaron a hablar con ansias sobre máquinas de afeitar ultra modernas que te masajean, cepillos de dientes eléctricos que hablan contigo, teles que no parecen televisores y cualquier chorrada que te puedas imaginar. Las conversaciones son siempre bastante formales y el ambiente algo estirado. Otros se ponen a hablar de ropa y mencionan una marca que, al principio, no consigo pillar. La conversación fue algo así:
—Compañero: Ah, sí, dices lo de Sarahhom, ¿no?
—Compañera (chica): ¡Jajaja! ¡Lo dices mal, hombre! ¿Sarah? ¡Se dice "Tsara", «Tsara Home»!
En ese momento caigo en que están hablando de Zara y no puedo evitar fruncir las cejas, así que intervengo:
—Yo: Todos lo pronuciáis mal, se dice "Zara" en español, con Z.
El compañero me imita en plan burla, exagerando el "Zzzara" (la Z les suena rarísima a los alemanes, lo ven como un defecto del habla y la «s» normal del español también). Todos me miran, esperando a ver qué suelto.
—Yo: Sí, sí, Perfecta la pronunciación! La "Z" no es un sonido nada raro. En español hay un montón de palabras que empiezan así: zanahoria, zapato, zorro, zurdo...
Y, sin pensármelo mucho, añado de forma inesperada:
—... ¡y, por supuesto... ZASCA!
Mis compañeros se sobresaltan y no entienden a qué viene el susto.