Ronan
Celyne lo observa en silencio durante un instante, calibrando cuánto puede decir sin comprometerse. Finalmente, su voz, suave pero medida, rompe la tensión.
"No se trata de un inocente, te lo puedo asegurar. Es alguien con negocios turbios con familias importantes de la ciudad. Como tal, la discreción es esencial. Lo que puedo decir es que es el líder de un sindicato del crimen que está causando serios problemas en la región."
Thorian arquea una ceja, su sonrisa curiosa. "¿Un sindicato del crimen?" Hace una pausa intencionada, como si saboreara la pregunta. "¿El gremio de ladrones?"
Celyne mantiene su compostura, pero la incomodidad se filtra en su mirada. No responde directamente, lo que, para Thorian, es respuesta suficiente.
"Pensaba que Morwen y el gremio tenían un acuerdo desde los tiempos en que su padre era el gobernador," continúa Thorian, su tono aún ligero pero con una pizca de agudeza. "¿Estamos hablando de Garas Kaleth? ¿El ladrón de buen corazón? Siempre escuché que, pese a su fama como pirata y ladrón, tenía más honor que muchos nobles de por aquí."
Celyne mantiene su expresión neutra, aunque sus ojos denotan una chispa de frustración. "Esto no es una iglesia. No estamos aquí para debatir la moralidad de su carácter, Thorian," responde con sequedad. "El precio ya está acordado."
Thorian ladea la cabeza, fingiendo interés. "¿Ah, sí? ¿Y cuánto vale el favor de Lady Morwen esta vez?"
"Cuarenta piezas de oro," contesta Celyne sin inmutarse. "Es el precio acordado con Dos Mandobles."
Thorian suelta una risa apagada, inclinándose hacia atrás en la silla. "Por lo menos espero que incluyas los gastos de viaje. Es un precio bastante ajustado para lidiar con alguien como Garas Kaleth."
“Podríamos añadir vuestro alojamiento mientras permanezcáis en Daggerford. Algo discreto, que no llame la atención. Según parece, viajáis con un goblin. Quién te ha visto y quién te ve, bardo,” se burla Celyne, con una sonrisa ladina.
“Bueno, tú haces camarilla con elfos oscuros en rincones escondidos de una taberna. Cada cual con sus fetiches,” replica Thorian, encendiéndose un cigarro que acaba de liar con movimientos pausados, casi teatrales.
Celyne entrecierra los ojos antes de responder con tono seco. “Responded pronto y no lo habléis con nadie de fuera de vuestro grupo. Y eso incluye a Percy Longbottom. Mantened el secreto si no queréis vuestros nombres colgados en esa taberna de mala muerte que los Suicidas Carmesís llamáis hogar.”
“No nos amenaces, Celyne,” contesta Thorian, soltando una bocanada de humo mientras mantiene su sonrisa.
“No es una amenaza, es un consejo de amiga,” responde la semielfa, apoyándose en el respaldo de su silla con aparente tranquilidad. “Ahora, podéis iros. Me gusta beber sola o, al menos, en mejor compañía. A más ver…” añade, despidiéndose con un leve gesto de la mano.
Thorian se levanta con calma, tocándose la sien con dos dedos a modo de saludo. Con un movimiento fluido, se gira hacia Ronan y comienza a caminar hacia la salida.
“Un encanto de mujer, ¿verdad?” comenta a su compañero, con una ironía tan ligera que casi suena sincera. Ronan no puede evitar una sonrisa mientras lo sigue, dejando atrás la sombra de Celyne y su enigmática compañía.