-- Primero, el 8M fue el día de la mujer trabajadora, luego el día de la mujer feminista de izquierda contra la mujer disidente, después el día de la mujer feminista de izquierda pro trans contra la mujer anti trans y por último, tras tantas batallas entre mujeres, dividiéndose y traicionándose dentro de los propios partidos (Yolanda vs Montero), nos encontramos con unas manifestaciones menguantes, en las que, las pocas feministas que quedan, reivindican el velo islámico bajo paradigmas liberales. Esta contradicción —entre un símbolo religioso de raigambre patriarcal y un discurso de elección individual— refleja la incoherencia total y la estupidez a la que ha llegado el movimiento, convirtiéndose en caballo de Troya de su peor enemigo: el islamismo. También es el 8M del silencio cómplice de las feministas respecto a los presuntos abusos de sus compañeros de partido. Después de años de cancelaciones, del “hermana yo si te creo” y de juicios populares por denuncias anónimas, se hizo el silencio cuando los acusados eran los líderes de la izquierda política. El nivel de despropósito en el que se ha convertido el feminismo supera cualquier ideación maquiavélica de aquellos que hayan querido ir en contra del movimiento. Enhorabuena a todas las políticas de izquierdas, a los partidos, asociaciones y sindicatos que, regados con millonadas en dinero público, solo han logrado convertir el día de la mujer trabajadora en un chiste de mal gusto, al son de batucadas patéticas. Si hoy hay algo que celebrar, es que vuestro final se acerca y ojalá no llegue demasiado tarde, porque lo verdaderamente grave es que este país se vuelve cada día más peligroso para las mujeres. El aumento de la violencia sexual, vinculado a procesos masivos de inmigración procedente de contextos peligrosos sin control alguno, es ya una realidad incontestable--