Varl se yergue, y por primera vez, Bailey y Ronan ven a través de la ilusión.
El humilde relojero desaparece como una sombra apartada por la luz, revelando a un hombre de porte imponente. Su túnica, sencilla a primera vista, brilla ahora con un resplandor arcano tejido en sus pliegues, como si las estrellas se reflejaran en su tela. Su rostro es el de un sabio que ha visto más de lo que nadie debería, con ojos que contienen el eco de siglos pasados y un aura de poder discreto, pero innegable. A su alrededor, la luz de Mystra parece envolverle sutilmente, no con un fulgor cegador, sino con el resplandor de un conocimiento que nunca se apaga.
Cuando habla, su voz es serena, pero firme.
"Así que ya sabéis quién soy. Poca gente en este mundo lo sabe… y es mejor que siga siendo así. Cuando un mago deja que su nombre pese demasiado, la gente empieza a pedirle cosas que no puede conceder."
Hace una pausa, mirando a su alrededor, como si confirmara la naturaleza de su encierro antes de continuar.
"Hace mucho tiempo, fui Aurian, un artesano de maravillas y un servidor de la magia. Mystra me concedió una segunda vida cuando debí haber perecido en un duelo que no pude ganar. Me ofreció continuar mi obra, pero con una condición: renunciar a mi hogar y confinarme a un solo lugar, hasta el día en que mi tiempo se acabe."
Varl extiende una mano, señalando el Callejón de las Linternas con una leve sonrisa nostálgica.
"Así nació este rincón. Un refugio de luces y secretos. Al principio, la gente venía por la magia, por los artefactos que aún creaba. Pero con el tiempo, mi nombre se fue desvaneciendo, y solo quedó Varl, un artesano más. Así debía ser."
Se toma un instante antes de volver a mirar a Bailey. Su expresión cambia.
"Te envié con Arwyn para advertirla de Calendor. Sabía que ya habría visto el peligro en él y cuál iba a ser su respuesta, pero después de encontrarme contigo, quise que ella también lo hiciera."
Se cruza de brazos y suspira, su mirada ensombrecida.
"Una emisaria de Selûne no es algo que se vea todos los días. Arwyn respeta el equilibrio que la luz trae a la oscuridad. Como lo hacía Calendor antaño, antes de que la guerra le cambiara."
Varl calla un momento. Cuando vuelve a hablar, su voz suena más grave.
"De una forma u otra, tendré que enfrentarme a él. Tendré que ser creativo."
Varl observa a Bailey con la misma calma con la que alguien contempla el curso de un río. Su mirada brilla con la luz de Mystra, pero su expresión es inescrutable, como si ya conociera la respuesta a preguntas que aún no se han formulado.
"El Puño Llameante no tendrá problemas con una sierva de Selûne. Créeme, ellos pueden ver la luz y la oscuridad en los ojos de la gente.
Sus palabras no son una simple suposición. Habla con la certeza de alguien que ha vivido lo suficiente como para saber cómo funcionan los inquisidores.
"Salvo que entre vosotros haya un siervo de Vecna o alguna abominación no muerta…"
Varl hace una pausa, luego deja escapar una ligera sonrisa.
"Pobre Luto. Espero que no decidan ir a la torre. Aunque, conociéndole, probablemente lo agradecería."
Parece bromear…
Su mirada se desliza lentamente por cada uno, midiendo algo más allá de lo visible, como si pudiera ver las sombras y las luces que anidan en sus almas.
"Si alguien tiene algo que temer… los inquisidores lo sabrán antes de que pueda ocultarlo. En ese caso, lo mejor sería salir de la ciudad cuanto antes."
Hace una pausa.
"Quizás a través de las viejas catacumbas… Hay varias entradas, algunas dentro de la ciudad y otras en los alrededores."
Varl hace una breve pausa antes de añadir con aire pensativo:
"En el Tomo Iluminado hay una que no se ha usado en décadas, pero necesitaríais el permiso de la vieja Sabiña para acceder a ella."
Tras escuchar la voz de María, su mirada se endurece por un instante antes de volverse hacia ella. Su expresión cambia de nuevo, relajándose levemente, como si sus palabras le hubieran hecho gracia.
"No quiero saber nada del Consejo de Magos de Aguasprofundas. Hace mucho, en tiempos oscuros, les pedí ayuda. Me dieron la espalda. Así que decidí hacer lo mismo con ellos."
Hace un gesto con la mano, como descartando la idea.
"Y en Secomber… bueno, allí hay hierba y medianos. Todo muy interesante, pero nada que tenga que ver conmigo."
Pero entonces se detiene, pensativo, como si algo hubiera cruzado su mente.
"Sin embargo… en Loudwater, hay algo que quisiera enviar. Si os queda de paso y tenéis tiempo, tengo un paquete para una antigua conocida, Rynne Arvell."
Sonríe levemente.
"Nada complicado… espero."