Kitty gira sobre sus talones, mirando a Sabiña con una sonrisa traviesa.
"Bueno, bueno, eh… Me llevo a estas almas inquietas a otra sala, así puedes volver a tu requetepacífico descanso, eh."
La Tortle parpadea lentamente, como si le costara gastar palabras en algo tan evidente. Luego, con su tono solemne y eterno, murmura:
"Descansaaaar… es tooodo lo que he eeestaaado haaacieeendo… los úuuullltiiiimos… quuuuuinientooos… aaaañoosss…"
Kitty pone cara de fascinación, llevándose las manos a la cara.
"¡Ala! Pues te conservas requetebién, Sabiña. Cuando yo tenga quinientos, quiero estar igual que tú y con un caparazón tan reluciente, eh."
Sabiña suelta un sonido entre risa y resoplido, como si estuviera demasiado vieja para admitir que le divierte la tabaxi. Kitty le guiña un ojo y, con un gesto ágil, conduce a María y Ronan a otra habitación más apartada.
Una vez allí, se estira como un felino satisfecho y se apoya en una estantería con aire relajado.
"A ver, eh… Lo primero, lo del caballo. Pueden entrar, sí, pero solo por los pasajes más anchos. Esos llevan al norte o noreste, eh. Pero si queríais ir al este o al sur, mala suerte. Esos pasillos están llenos de pasos acuáticos, y los caballos no son muy de nadar, eh."
Hace una pausa, sus orejas se mueven levemente antes de añadir con tono más serio:
"Lo segundo… los hombres rata. Y otras cosas que hacen que un viaje por las catacumbas no sea precisamente un paseíto, eh. Hay clanes en guerra, bandidos, túneles derrumbados y criaturas que mejor no preguntar de dónde han salido, eh. Y lo peor de todo…"
Se inclina hacia ellos con aire conspirador, bajando la voz.
"¡Es un viaje laaargo, eh! Casi un día entero atravesando toda la ciudad bajo tierra antes de salir a la campiña. Y ahí todavía os queda camino hasta Secomber. Vamos, que mejor llevar calcetines cómodos."
Kitty se endereza de nuevo y se cruza de brazos, con su sonrisa habitual.
"Así que si queríais aventura, enhorabuena, eh. Habéis elegido el camino con más papeletas para no aburrirse."