Thorian
El sol ya se está ocultando cuando los tres emergen al exterior. El cielo sobre el puerto arde en tonos de ámbar y malva, proyectando largas sombras entre los mástiles, las grúas y los almacenes de piedra. El murmullo del agua golpeando los pilotes se mezcla con el crujido de cuerdas y el chillido de las gaviotas, que giran en círculos sobre los barcos como si esperaran una señal.
Tirada: 1, 5.
Tirada: 5, 1. (-1). Gasto de Fortuna. Tirada: 2, 1 (-1).
Tirada: 4, 2.
Rachel, Thorian y Elijah se deslizan entre cajas y carretas con discreción… o al menos lo intentan. Elijah, todavía agotado, tropieza con una cadena suelta tendida entre dos barriles. El estruendo metálico corta el aire como un campanazo fuera de lugar. Rachel, demasiado cerca, pisa justo en el mismo sitio y repite el escándalo, como si lo hubieran ensayado.
Thorian se detiene en seco. Gira la cabeza muy despacio y les lanza una mirada de ¿en serio? Si su paciencia fuese una cuerda, ahora mismo estaría crujiendo.
"Fantástico," murmura con una media sonrisa. "¿Queréis también un tambor y un cartel de “estamos aquí”?"
Demasiado tarde.
Cinco matones se separan de la sombra de un cobertizo, con paso decidido. Chalecos abiertos, brazos cruzados, y caras de pocos amigos.
Uno de ellos los señala con la barbilla.
"Al larguirucho no le conozco... pero esos dos iban con el mago. El que quemó a McGregor como si fuera un maldito candelabro. Ahora ya no son tan amiguitos, parece..." sonríe.
Los matones se miran entre ellos, cuchicheando. Uno comenta en voz baja:
"Diez monedas de oro por las cabezas de los bardos. El de la sonrisilla irritante y la de la guitarracha.
Otro se gira hacia Elijah, evaluándolo de arriba abajo.
"Tú no estás en la lista, chaval. Si no quieres problemas, puedes seguir andando. O mirar para otro lado."