James "Una Mano" sonríe con media mueca, apurando lo que queda de su copa antes de dejarla con cuidado en la barra.
"No te la jugaré, muchacha," dice con ese tono burlón que nunca termina de sonar del todo tranquilizador—. "¿No ves que si alguien os atrapa y canta mi nombre, se me va al traste el negocio? Me conviene que sigáis respirando… al menos hasta Lloria."
Coge el cartel de la recompensa, lo hace una bolita y se lo lanza a Elijah, sin mirar.
"Además, no suelo traicionar a la gente con quien estrecho mi mano."
Cuando escucha lo de "La Trilla Silenciosa", asiente.
"Claro que sé dónde está. Vieja posada a un par de horas caminando río arriba, hacia el este. Buen sitio si queréis discreción, mala comida pero camas decentes. Si vuestro contacto está allí, podemos hacer una parada rápida… pero sin teatrillos. Si nos entretenemos demasiado, a alguien le dará por preguntar quiénes somos, y no hay maquillaje que tape del todo una recompensa de más de treinta monedas en total.
Se incorpora, toma su pipa y le da una calada antes de continuar:
"Zarpamos esta noche, cuando suene la segunda campana. Nada de caminos principales ni puertos bien vigilados. Usaremos el viejo muelle de las salinas, casi nadie lo pisa desde que la mitad se vino abajo. El Furia de las Mareas estará allí esperándoos. No es un palacio flotante, pero es rápido, discreto y tiene escondites de sobras. "
Hace una pausa, luego sonríe.
"Todos subiréis a bordo, incluso el huargo, aunque va a oler a perro mojado durante días. Lo importante es que en cuanto dejemos el estuario atrás, nadie nos siga si no tiene alas o un trato con Umberlee."
Y entonces, bajando la voz como quien revela un truco viejo:
"Pero eso sí… os vais a hacer pasar por una delegación de comerciantes de Durpar. Trato de especias raras, gemas y perfumes. Acentos suaves, gestos elegantes y muchas reverencias. Unos tintes, un poco de maquillaje, ropa nueva… y si os preguntan, no habláis común. El que responde es el intérprete. " Y mira a Elijah con sorna. "Así que vete ensayando tu mejor cara de diplomático."
Luego, se encoge de hombros y concluye:
"Si no os delatáis vosotros mismos, igual hasta llegáis vivos. Ahora largaos por la puerta de atrás —pocos saben que existe—. Reuníos con los vuestros y hacedlo rápido. Esta ciudad no os va a dar más tregua. Pero primero, el oro. Mi tripulación no trabaja gratis."