Elijah lanza una mirada urgente a Jean Marie, como quien lanza un anzuelo esperando que el pez muerda antes de hundirse.
Jean Marie, sin perder el ritmo, se adelanta como si llevara media vida preparando esta mentira.
"¡Cous-du-vin!" dice con seguridad, como si no acabara de inventarlo—. "Plato ancestral de los montes Serthani. Muy famoso en bodas y funerales. Mucho cilantro, un poco de cordero y lágrimas de cebolla."
El primer guardia entrecierra los ojos, pero su compañero se asoma por encima del hombro, visiblemente menos desconfiado.
"¿Cous-du-vin?" murmura—. "Mi abuela hacía algo parecido. Con zanahoria y garbanzos. Se te repetía durante tres días."
"Sí, eso es," responde Elijah muy serio—. "Plato sagrado. Repetición es señal de respeto."
"Bah, yo solo oigo hablar de comida y ya tengo hambre," gruñe el segundo—. "Terminemos con esto. No es nuestra jurisdicción, además."
El primero asiente con desgana, lanza una última mirada a Rachel —que sigue con su sonrisa de "yo sólo soy una turista perdida"— y gira sobre sus talones.
"Buen viento," dice sin ganas.
Los dos guardias descienden del Furia y regresan a su balandro, que se aleja con lentitud bajo la luz de la luna. Solo cuando están a una distancia segura, Jean Marie deja escapar un largo suspiro.
"Cous-du-vin, por los dioses... eso no existe," ríe entre dientes, pasándose una mano por la cara.
"Existe ahora," responde Elijah, muy serio—.
El tiempo pasa, Jean Marie se queda inmóvil unos segundos después de que el balandro se aleje, sus ojos clavados en las olas oscuras que se estiran hacia el este. La brisa ha cambiado. Ahora sopla fría, con ese toque salino que se cuela entre la ropa y te susurra que lo peor aún no ha pasado.
Entonces se vuelve hacia el grupo, con una gravedad que no suele mostrar.
"Ahora viene lo peor."
El viento nocturno le revuelve las trenzas sueltas mientras señala con la barbilla el horizonte. Allí, casi fundido con la oscuridad del mar, flota el cutter negro de la Casa Vaeltharyn. No hay faroles, no hay ruido. Solo velas negras como alas de cuervo extendidas, y una esfera mágica girando en lo alto del mástil mayor, como un ojo sin párpado.
"¿Lo veis? —susurra Jean Marie—. "Está ahí desde el atardecer. No se mueve. No aborda. Solo... observa."
Los marineros del Furia trabajan en silencio, tensos como cuerdas húmedas. Nadie canta, nadie silba. El rumor del agua contra el casco es el único sonido constante.
"Ese no es un barco de inspección. Es una trampa flotante. El mago que veis en cubierta no busca contrabando ni esclavos. Busca... vibraciones. Desequilibrio. Gente fuera de lugar. Magia no autorizada. Algo que les haga girar el timón y ponernos a todos a flotar boca abajo."
Jean Marie se cruza de brazos y sigue, en tono bajo pero firme:
"Ese hechicero es un vidente arcano. Le basta una ráfaga de detección para notar si alguien oculta un secreto arcano. Un no muerto. Una esencia bendecida por los dioses. Una bestia disfrazada de perro. O incluso una lágrima contenida en el filo de un pensamiento impío.
Sus ojos recorren lentamente al grupo. María. Rachel. Ronan. Elijah. Bailey. El compartimento donde King permanece escondido.
"No hagáis magia. No os concentréis. No respiréis de forma irregular. Y, si podéis evitarlo, no penséis en quiénes sois. Solo pensad en vuestras papilas gustativas, en el sabor del arroz, del pescado seco, de las especias dulces del sur... Pensad en eso y mantened la mente en calma."
Una figura se acerca entre las sombras de cubierta. Es James "Una Mano" Flintbane. No se le ha oído subir, ni arrastrar su capa pesada por los tablones. Simplemente aparece, como si el barco mismo lo hubiese parido en el momento preciso. Se sitúa junto a Jean Marie y observa el cutter Vaeltharyn a lo lejos, sin necesidad de catalejo. Sus ojos parecen medir distancias y probabilidades con una precisión que solo da la experiencia.
Hace una pausa. El silencio pesa como plomo. Luego, con voz grave, firme, sin adornos, habla:
"Si detectan una chispa mágica. Una vibración fuera de sitio. Si uno solo de esos magos sospecha algo... no vamos a discutir. No vamos a huir. No vamos a suplicar."
Se gira despacio hacia la tripulación, su mirada clavada en cada uno de los presentes. Luego, una sonrisa amarga, casi imperceptible, se dibuja en su rostro.
"El Furia de los Mares arderá antes de que tengáis tiempo de recordar vuestros nombres."
Se vuelve hacia el timonel, asiente una sola vez y da la orden.
"A toda vela."
Su voz corta el aire como un cuchillo.
"Pasamos junto al cutter… ahora."