Todos menos Ronan y Milly
Bailey no dice nada. Solo se endereza, desenrolla la red y la lanza con gesto preciso.
Ésta cae suavemente, desplegándose en el aire antes de hundirse en el agujero. Las manos del prisionero, temblorosas pero desesperadas, se aferran a ella sin pensarlo dos veces. No hay dignidad en su gesto, sólo necesidad.
Bailey tira con fuerza.
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La cuerda se tensa, cruje levemente… y el cuerpo sale de la tierra con una facilidad casi decepcionante. Es ligero. Hueco. Como si el bosque ya hubiera empezado a vaciarlo.
Cuando por fin pisa la hierba húmeda del claro, el hombre se tambalea, parpadea hacia la luz filtrada entre los árboles y cae de rodillas.
"¡Gracias! ¡Gracias, por los dioses, gracias...!"
Se pone en pie de golpe con torpeza y empieza a hacer reverencias rápidas, sucias, torpes, como un cortesano que ha olvidado qué parte del cuerpo se dobla primero.
"No quería molestar… solo era hueso, lo juro. No sabía lo que era. No sabía que era... sagrado."
No deja de moverse, como si temiera que si se detiene demasiado tiempo, el suelo lo reclame otra vez.
Levanta las manos, sucias hasta las muñecas, y su voz parece quebrarse:
"Solo buscaba algo de valor. Un anillo, una moneda. Cualquier cosa…"
El hombrecillo, aún temblando, da unos pasos hacia el chamán. Este lo observa sin moverse, como una roca vieja cubierta de líquenes.
Entonces el prisionero se inclina, se arrodilla, y empieza a hacer reverencias torpes, como si intentara desenterrar su dignidad a cabezazos.

"Perdóneme… perdóneme, por favor. Me equivoqué. Yo… pensaba que nadie echaría en falta eso. Que alguien que llevaba muerto más de un siglo no tendría ya familia, ni nombre que doliera."
Levanta la vista, con los ojos vidriosos, la cara embarrada.
"Pero no pensé en su dignidad. Ni en la mía. Solo en el hambre."
Traga saliva, se incorpora lentamente. Su voz gana firmeza, pero sin orgullo.
"He tenido una revelación. Aquí abajo, en el barro… lo he entendido. No volveré a robar. Buscaré trabajo, el que sea. Aunque me cueste la vida, lo haré de forma honrada. Para darles pan a mis hijas."
Y baja la cabeza una vez más, esperando una palabra. Una reacción. Una condena. O una segunda oportunidad.
El chamán observa al prisionero sin moverse. Sus ojos no muestran compasión, pero tampoco condena inmediata. Finalmente habla, con voz rasposa y seca, como si hablara menos con el hombre y más con el bosque:
"Para eso existe el agujero."
Mira de reojo el montículo, luego al hombre.
"El Pozo del Retorno. A veces es necesario hundirse para volver con algo más que barro en la piel."
Hace una pausa. Luego, como si confirmara algo que solo él escucha, añade:
"Claro que hay caminos de los que no se regresa igual… y algunos, simplemente, ya no pueden regresar."
Sus ojos se desvían hacia el grupo, sin juicio. Sólo constatación.
"Su destino ya está sembrado. Lo que crezca de él, no me pertenece."
Da un paso, inhalando el aire profundamente, y entonces se detiene al notar a Bailey. Inclina la cabeza hacia ella. Su tono cambia, no de respeto, pero sí de reconocimiento.
"Solía haber más como tú. Antes."
Sus ojos no la miran directamente, pero se quedan cerca, como si la recordaran sin haberla visto nunca.
"Ya no se ven. Aunque…, "mira al resto de la compañía de reojo, con una ligera sonrisa torcida— no creo que ninguno viajara en tan peculiar compañía."
Ante las palabras de Elijah, el chamán se echa a reír, pero es una risa breve, como el crujido de una rama seca:
"Si estuviera realmente olvidada, nadie podría recordarla, ¿no?"
Luego asiente despacio, como quien bucea en la memoria del musgo.
"Queda más allá de las montañas de Galena. Cerca de Brumaverde. En el margen occidental de Rawlinswood."
Vuelve a mirar a Bailey, pero esta vez con un matiz más serio.
"Antes, los bendecidos por la luz de la luna se reunían allí en un claro bajo su influjo. No sé si después de hoy... seréis bienvenidos."
Se gira sin más, caminando hacia la cabaña como si el resto del mundo le importara poco. Justo antes de entrar, se detiene, con la espalda aún hacia ellos.
"Nada se hunde sin levantar otra cosa."
Y sin más, cruza el umbral cubierto de raíces y desaparece en la penumbra viva de su cabaña.