Todos
La lamia escucha a Elijah sin interrumpirlo. Sus ojos, como esmeraldas, lo recorren con atención Ya no lo observa como a un visitante, ni siquiera como a un mortal curioso. Algo ha cambiado. No hay palabras que lo confirmen, pero su respiración se vuelve más lenta. Su cuerpo deja de balancearse. Por un instante, parece... quieta.
Cuando Elijah menciona la maldición, ella ladea la cabeza, y una mínima sonrisa, menos burlona que antes, le curva los labios. No responde. No hace falta. Lo ha aceptado.
Tampoco comenta nada sobre Milly ni sobre el acuerdo. Solo asiente suavemente con la cabeza, como quien da la bendición a algo inevitable. Luego, gira.
Con un gesto leve de su mano, las ramas del bosque se apartan como si obedecieran un antiguo ritual. Revelan un sendero angosto cubierto de hojas húmedas, que desciende hasta una cavidad en la roca: abovedada, baja, con raíces colgando como cortinas y un resplandor cálido en su interior. Un lugar que huele a tierra mojada y a fuego dormido.
Antes de desaparecer entre la vegetación, se detiene y, sin mirar atrás, habla:
"Solo uno cruzará el umbral conmigo. Igual que vosotros no estáis dispuestos a negociar quién pasará al otro lado del portal… yo no estoy dispuesta a negociar quién cruzará el mío."
Y tras un leve murmullo del follaje, se desliza dentro del nido. Las ramas se cierran lentamente, sin prisa, marcando el comienzo de la espera.
La lamia ha entrado, el resto estáis fuera. Os ha dicho que uno puede entrar. Parece complacida con Elijah.