Rachel
Brizna asiente mientras Rachel habla. No interrumpe. Solo escucha con esa expresión suya, la que no se sabe si es sonrisa o llanto. Luego, mira a Cleta, quien deja el paño en la silla, se alisa el delantal sin necesidad, y responde:
"No hay forma incorrecta, niña. Lo que decidáis ahora ya fue dicho en otra parte… en un rincón donde no hay relojes y las palabras caen de los árboles como hojas. Así que no os preocupéis por acertar. Ya habéis acertado, si lo decís en voz alta."
Hace una pausa. Mira al grupo. Su voz, sin alzar el tono, suena más firme.
"Pero una vez repartido el papel, ninguno podrá mentir sobre quién es.
Ni con la boca, ni con los gestos, ni con el silencio.
Cada cual será lo que dijo ser.
Y si eso encaja como debe…
el corcel negro os llevará."
Se gira hacia la ventana, como si viera algo que aún está lejos.
"Claro que también podéis marcharos por donde vinisteis.
Volver al camino.
Caminar tres días con la espalda abierta, con el aliento de los otros en la nuca, luchando por no dejar de ser historia antes de tiempo."
Vuelve a mirarles. Ahora sí, hay una leve sonrisa. No burlona.
Solo… triste.
"A veces el papel no duele. A veces sí.
Pero al menos, aquí… sabréis cuándo empieza la escena."