Rossy vuela entre la lluvia, una sombra con alas. Pizz la sigue con los ojos entrecerrados, descifrando cada giro como quien lee una carta secreta escrita en el aire. El vuelo le revela el entorno paso a paso: al norte las luces de más edificios, antorchas y el brillo del acero, soldados moviéndose de un lado a otro; al oeste un acantilado oscuro, vertical, imposible de escalar salvo para quien tenga más suerte que sensatez; al este un muro con un guardia solitario, quieto, mirando el vacío como si temiera que el vacío lo mirase a él; y al sur, la arboleda, donde una antorcha al abrigo de la lluvia ilumina a dos figuras hablando bajo los árboles.
Rossy planea sobre ellos, lo justo para que Pizz pueda distinguir sus gestos. Un soldado escucha de pie y un joven sacerdote, de rostro hermoso y amable, le habla con tono tranquilo.
"Han avisado a mi sire", dice el muchacho con serenidad. "Ya debe estar llegando al arcón. A mí me han mandado abajo, para asegurar que nadie salga por el bosque."
El soldado asiente, mirando de reojo el muro y los árboles.
"¿Cree que intentarán escapar por aquí?"
"Si lo hacen", contesta el joven sonriendo, "la lluvia borrará sus huellas, pero el río los detendrá. Está crecido, con esta tormenta no hay forma de cruzarlo."
El soldado suelta una risa corta mientras se cubre un poco mejor bajo la capa empapada.
"Si fueran hacia el este, dice, solo les quedaría el vado."
El sacerdote asiente con una sonrisa serena, la antorcha proyectándole sombras largas sobre el rostro.
"El vado… ningún fugitivo lo cruza dos veces. Al norte solo hay soldados, al oeste un acantilado que ni las cabras se atreven a mirar, y al sur, cerca del Monasterio de la Rosa Amarilla, los riscos están tan malditos como los monjes que aún viven allí."
El soldado lo mira con curiosidad.
"¿Malditos, dice?"
El joven encoge los hombros, divertido.
"Eso cuentan. Yo solo sé que ni los lobos bajan por esa senda. Con esta lluvia, nadie saldrá del bosque, y si lo intentan, el río hará el resto."
Ambos ríen, la antorcha chisporrotea y la lluvia cae más fuerte, mezclando sus voces con el tambor del agua. Rossy da una vuelta sobre ellos y regresa a Pizz, dejando atrás la amenaza que se cierne en torno al bosque.