Turno 8
King, aún gimiendo por la herida y cegado por la furia, se lanza contra el lancero que se ha convertido en su obsesión.
Ataque de King: 3, 1. Fallo.
Abre las fauces, muerde… pero solo atrapa un pedazo de lluvia y viento. La dentellada falla, el lanzazo le ha debilitado más de lo que admite, y el gran huargo retrocede con un gruñido y el rabo entre las piernas, tambaleándose mientras intenta recomponerse.
Bailey ve a King tendido, atravesado por la lanza, respirando como si la vida se le escapara entre los colmillos. La lluvia no apaga el fuego de su ropa chamuscada ni el temblor de rabia en sus manos.
Entonces ruge.
Un grito feroz, casi inhumano. Alza la lanza y se lanza contra su enemigo como una tempestad, cada paso un juramento. El lancero apenas tiene tiempo de entenderlo: ha despertado a la furia de una amazona que no piensa dejar que su compañero muera.
Ataque de Bailey: 4, 2. Impacto.
Daño: 4, 4, 3, 1, 6, 2 → 3 puntos de daño.
Bailey carga contra él sin freno, y la lanza entra por sus tripas de lado a lado con un sonido terrible. El guardia se queda rígido, con los ojos muy abiertos. Bailey aprieta los dientes y retuerce la lanza un poco más dentro de la herida, con una mezcla de rabia y alivio al verlo doblarse. El hombre queda prácticamente colgado del asta, jadeando, ya más muerto que vivo.
Rachel pulsa las cuerdas con la serenidad de quien ya ha cantado en medio de guerras peores. Su melodía se eleva entre la lluvia como una llama tenue pero firme, y cada nota se clava en el pecho de sus compañeros como un recordatorio de que todavía pueden levantarse, resistir, atacar.
Tirada de magia curativa: 4, 6. Éxito → Rachel y sus aliados recuperan 1 punto de vida.
La canción vibra con maestría, con un pulso valiente, y revitaliza a sus aliados: la fuerza vuelve a los músculos, la determinación se afila, y por un instante, incluso la tormenta parece escucharla.
Acorralado y con la adrenalina ardiéndole en la sangre, Ronan decide que la mejor defensa es partirle la cara al enemigo dos veces seguidas. Primero ataca con un corte rápido.
Ataque 1 de Ronan: 2, 6. Éxito.
Daño: 2, 3, 2, 2 1 ,2 ,2,
Pero el golpe choca contra la coraza del capitán y se queda en nada, apenas una sacudida de metal. Ronan no pierde tiempo: gira la muñeca y lanza otro tajo inmediato, buscando un hueco entre placas.
Ataque 2 de Ronan: 3, 4. Éxito.
Pero el capitán reacciona con una velocidad sorprendente.
Escudo del capitan: 6. Éxito.
El borde del escudo se interpone justo a tiempo, desviando el ataque con un ruido seco. Ronan retrocede, respirando con furia, sabiendo que ha estado cerca… pero no lo suficiente.
Thorian atiende a Rachel —la única voz interesado en escuchar— y avanza hasta colocarse hombro con hombro con Elijah. Con un rugido ahogado de esfuerzo, lanza un primer tajo con la cimitarra contra el capitán del barón.
Ataque 1 de Thorian: 6, 3. Éxito.
El capitán, curtido en mil escaramuzas, reacciona al instante y alza el escudo.
Tirada de escudo del capitán: 5. Éxito.
El filo resbala contra la madera reforzada con un chirrido áspero. Pero Thorian no se detiene. Gira la muñeca, cambia el ángulo, y arremete de abajo hacia arriba con una ferocidad casi instintiva.
Ataque 2 de Thorian: 6, 6. Éxito crítico.
Tirada de escudo del capitán: 3. Fallo.
El capitán intenta ajustar de nuevo el escudo, pero llega un segundo tarde. El golpe entra limpio.
Daño de Thorian: 4, 2, 6, 6, 5, 1, 3, 5 → 4 puntos de daño.
La cimitarra atraviesa la barba, la mejilla y el casco, rajando el cráneo del capitán en un corte brutal que separa su rostro en dos. El cuerpo hace ademán de caer de rodillas, luego de lado, hundiéndose en el charco creciente de lluvia y sangre.
A la ocasión la pintan calva y Elijah —que ha vivido demasiado como para desaprovechar cualquier resquicio— comprende que éste es el momento. El capitán, tambaleándose por el golpe brutal de Thorian, intenta mantenerse en pie, medio ciego por la sangre y el dolor. Elijah finta un paso, firme como un verdugo que conoce su oficio, y descarga un espadazo contra él.
El capitán, instinto y orgullo mezclados, trata de alzar el escudo una última vez.
Tirada de escudo del capitán: 3.
Demasiado tarde.
Daño de Elijah: 6, 4, 2, 4 → 1 punto de daño.
La hoja de Elijah golpea la coraza, chirría, resbala… y entonces hace lo que mejor sabe: corregir sobre la marcha. Ajusta el ángulo en un último instante y deja que la punta ascienda limpia, directa. El filo encuentra la garganta. Un tajo certero. Final.
El capitán se lleva las manos al cuello, pero la sangre se escurre entre sus dedos como si intentara retener algo imposible. Cae de rodillas. Sus ojos, entre rabia e incredulidad, se clavan en Elijah con la mirada de quien entiende, demasiado tarde, que ha perdido.
El lancero moribundo avanza tambaleándose hacia el sacerdote de Kelemvor, como si buscara absolución en sus últimos segundos. El clérigo lo observa con fría severidad, y eso basta para que el hombre, en un arranque desesperado, se gire y arremeta contra Thorian.
Ataque del lancero: 5, 1. Fallo.
La lanza corta el aire… y nada más.
El otro lancero acomete contra Bailey con energías renovadas.
Ataque del lancero: 4, 6.
El golpe es brutal.
Daño: 4, 6, 2, 4, 6, 1, 6 → 5 puntos de daño.
Fortuna de Bailey: 1. Fallo. → Gasto de 1 punto de Fortuna extra.
Pero la luz de Sêlune la ilumina de alguna forma y consigue prevenir lo que era una muerte segura.
El gnomo avanza dando saltitos, los frascos chocando entre sí. Canta, muy orgulloso de su propia existencia:
“Si Bori me viera ahora, gruñiría con resquemor,
porque el pobre nunca acierta… ¡y yo siempre soy mejor!”
Se ríe solo, una risilla aguda y maligna, saca un frasco que vibra de forma poco tranquilizadora y lo alza como si brindara.
“¡Va por ti, Bori, campeón de los celosos!”
Tirar del gnomo alquimista: 3, 3. Éxito.
El frasco describe un arco perfecto y estalla contra Thorian, bañándolo en una mezcla burbujeante que huele a azufre, pólvora y mala leche.
Daño: 6, 3, 1, 3, 5 → 2 puntos de daño.
La espalda de Thorian prende fuego al instante, y él intenta apagar las llamas golpeándose con el escudo, soltando gruñidos entre dientes.
El líquido ardiente salpica también a Elijah, que ya venía medio chamuscado. La mezcla prende en su ropa con rapidez, como si el fuego hubiese estado esperando la oportunidad.
En un parpadeo, los dos están ardiendo, luchando por sofocar las llamas.
Daño: 5, 1, 6 → 2 puntos de daño.
Un último lancero aparece, la lanza por delante y el gesto decidido… o eso pretende. Arremete contra Thorian con un grito poco convincente.
Ataque del lancero: 1, 3.
Y falla con una torpeza casi cómica, clavando la punta en el suelo en lugar de en su objetivo. Ni siquiera roza al escaldo.
Eldric alza una mano enguantada, y la tormenta parece contener el aliento. Sus ojos, fríos como lápidas antiguas, se entornan ligeramente mientras deja escapar un susurro:
“Silentium Sepulchri… quiescat vox inter mortuos.”
Tirada de magia: 6, 2. Éxito.
Y el silencio —denso, absoluto, antinatural— empieza a expandirse desde su palma como un sudario invisible, dirigiéndose hacia Thorian.
Tirada de Inteligencia: 5, 1. Fallo → Paralizado.
Apoderándose de él. El mundo del guerrero se apaga en un instante. No puede oír nada. No puede articular palabra.
Su mente se vuelve un pozo oscuro sin eco. Y entonces llega la comprensión: su cuerpo no responde del todo. Una pesadez sobrenatural le atenaza los reflejos, como si la muerte misma hubiera puesto una mano sobre su hombro

Empieza el turno 9. Moved.