Pizz y Elijah
Bori lo observa con atención mientras Pizz mastica las galletas con un cuidado casi ceremonial para ser un goblin: no habla con la boca llena (demasiado), no se embadurna los dedos, incluso se limpia antes de coger la siguiente. El gnomo ladea la cabeza, intrigado, y sonríe.
"¿Qué opino del bueno de Pizz?", repite, llevándose una mano al pecho como si le hubieran hecho una pregunta de Estado. "Pues opino que sois un goblin extraordinariamente decente. Y no lo digo a la ligera, ¿eh? He conocido goblins que se comían la galleta, la caja y al cocinero. Vos, en cambio…", señala con un dedito, "masticáis, saboreáis y hasta respetáis el turno. Eso, amigo mío, no es común."
Asiente, convencido de su propia conclusión.
"Diría incluso que tenéis maneras de nobleza goblin. O realeza menor. Primo segundo de un caudillo importante, como mínimo." Entrecierra los ojos, teatral.
Cuando Pizz menciona la familia, Bori se anima aún más.
"¡Y no vais desencaminado!", dice, bajando la voz como si compartiera un secreto delicioso. "Estas tierras están en el borde mismo del gran Reino del Rey Espino. ¡Legendario! Antiguo. Temido y respetado a partes iguales. Si hay un goblin con familia importante por aquí… no sería raro que llevara su cara."
Durante un instante, sus ojos brillan con una fantasía evidente.
"Imaginaos, vos, yo… entrando en audiencia con el mismísimo Rey Espino. Vos me presentáis. Yo hago una reverencia impecable. Tal vez me nombre “Gnomo Invitado Honorífico”. O “Proveedor Oficial de Artefactos que No Explotan Demasiado”.
La sonrisa se le cae sola y sacude la cabeza.
"Pero no, no. Fantasías, fantasías. Mi lugar está en Brumaverde. El taller de mi tío, las herramientas, aprender a hacer las cosas bien…", mira sus manos pequeñas, "antes de volver a salir ahí fuera y chamuscar más aliados de los estrictamente necesarios."
Se encoge de hombros y vuelve a sonreír, más tranquilo.
"Aun así, maese Pizz… si de verdad buscáis familia, estás caminando en la dirección correcta. Y si no la encontráis...", alza una galleta, "en Brumaverde siempre tendréis un lecho."
Le guiña un ojo y muerde otra galleta con entusiasmo.