Todos
El día sigue su curso. El desfiladero continúa cerrándose, como una garganta que decide tragarse a quienes la recorren. Cuando el sol empieza a descender, la luz se vuelve oblicua y dura, y las figuras de las alturas comienzan a perderse entre las sombras largas de la roca. Primero una, luego otra. Al final, ninguna.
Es entonces cuando Thorian habla al grupo, señalando hacia el norte, donde la pared del desfiladero se eleva en una sucesión de senderos casi verticales.
“Viendo lo que tenemos delante, creo que mañana este paso se acaba. El desfiladero dejará de ser transitable. Tendremos que tomar una de esas vías de ascenso por las laderas septentrionales. No son caminos de caballos… pero las narraciones de los mercaderes y viajeros dicen que se puede pasar.”
El sol termina de ocultarse tras las crestas. El aire se enfría aún más. Las figuras no han vuelto a verse, pero nadie tiene la sensación de estar realmente solo.