Abrís la trampilla y sale una brisa con olor a tierra húmeda y a óxido. Poco a poco vais bajando unas escaleras estrechas metálicas de caracol que crujen a vuestro paso. El primero, el Rey, Wrath, sujetando la espada del linaje, Hollywood le cubre las espaldas con Lujuria entre las manos, el resto de hermanos les siguen en silencio.
Dejan atrás la putrefacción y las oraciones de la sala de las cadenas y comienzan a escuchar unos cánticos provenientes de las profundidades, una luz roja ilumina el fondo de las oscuras escaleras.
Cuando ponen el pie en el ultimo escalón, lo que parece un antiguo templo Sympath se descubre ante ellos, la guarida de Catronia se hace visible. Un templo enorme iluminado por antorchas de fuego de un rojo vivo. En una zona elevada de la sala, un lúgubre trono hecho de huesos de vampiros y humanos mezclados, Catronia está sentada en él. En el centro hay un altar con un pozo de sangre que irradia hilos de energía carmesí hacia un portal que palpita en el techo.
El aire vibra con magia oscura, el vello de vuestro cuerpo se eriza; Catronia observa desde lo alto del trono, con una sonrisa cruel, mira a Zsadist y los ojos le brillan.
—Por fin estás aquí, amado mío—dice en voz alta mientras se roza los labios con las yemas de los dedos—Y habéis venido todos, no sabéis cuánto me complace...
Zsadist se da cuenta de que parece distinta, ya no parece del todo una Sympath y su piel es mucho más pálida que como la recuerdas, aunque no parece haber envejecido estos cien años. Te llega su olor a especias picantes y te hace estornudar pero huele a algo más, a talco.
Al lado de Catronia hay un Sympath con aspecto de guardián concentrado en el ritual que se está produciendo, alto, moreno de pelo largo, piel pálida y ojos rojos, Vishous lo reconoce de su visión, intuye quién puede ser, aunque su expresión es mucho más cruel que la que viera hace unos minutos.
Alrededor del altar, dos espectros y varios restrictores realizan un ritual de sangre, cánticos ininteligibles salen de sus bocas encadenando a varios vampiros que se retuercen de dolor al tiempo que les drenan la vida, llenando con ella el pozo.
Las escaleras desaparecen a vuestra espalda, ahora sí, habéis entrado en el infierno y ya no hay vuelta atrás.
