Zsadist
Mientras Phury hacía lo suyo, Zsadist se quedó inmóvil un instante, husmeando el aire como un perro de pelea a punto de saltar. Algo distinto palpitaba en la sala, más allá de cadenas y cuerpos rotos: el rincón del fondo, una mesa desordenada que olía a trabajo reciente.
Entrecerró los ojos y avanzó despacio, arrastrando las botas contra la piedra. Sin prisa; la prisa era para los que tenían miedo.
Al llegar, dejó descansar la Glock sobre el borde de la mesa, sin aflojar el agarre, y recorrió el desastre con la mirada. Algo le llamó la atención: sangre fresca, reciente.
No dijo nada. Se inclinó, devorando el mueble con la mirada, en búsqueda de alguna pista, y una sonrisa torcida se le escapó como un mal presagio. Clavó una daga en la madera. Demasiados cabrones para tan pocas balas.