Hay un consenso enorme en el mundo académico sobre la existencia de un Jesús histórico que, obviamente, no tiene demasiado que ver con el Jesús bíblico. Y eso es así no por la existencia de pruebas concretas reales, sino por todo un conjunto de elementos que permiten inducir su existencia. El primero de ellos es que el primer texto que menciona su existencia aparece muy temprano: las Epístolas Paulinas fueron escritas muy probablemente unos veinte años después de la muerte de Jesús. Eso nos da una idea sobre el hecho de la existencia de una comunidad de seguidores de Jesús que ya tenía cierta importancia local apenas unos años tras la muerte del profeta. El siguiente texto canónico que menciona la existencia de Jesús, el Evangelio de Marco, fue escrito unos cincuenta años después de su muerte.
Por otra parte, también hay fuentes fuera de la esfera bíblica, aunque también son indirectas y aparecen años después de la muerte de Jesús. El historiador judío-romano Flavio Josefo describió, sesenta años después de la muerte de Cristo, hechos relacionados con éste y con Juan Bautista. Existen otras fuentes ya más alejadas en el tiempo, como por ejemplo los Anales de Tácito (escritos unos ochenta años tras la muerte de Cristo), en los que se menciona el incendio de Roma en el año 64 y en el que se señala la primera persecución contra "cristianos". Es decir, que apenas 30 años tras la muerte de Jesús, ya había seguidores de éste pululando por la capital del imperio.
Todo esto da cierta idea de su existencia, pues es poco probable que con tan pocos años ya se hubiera creado toda la mitología que en los siglos posteriores sí se creó. Por lo tanto, alguien hubo por ahí que se llama Jesús, que murió crucificado, que se declaraba profeta de los judíos , que decía que el reino de Dios iba a llegar y que tenía cierto grupo importante de seguidores en un ámbito local.