Miela, sentada a la mesa y bastante recompuesta en comparación al día anterior, escucha a Erdwan leer el diario... y luego observa cómo cambia la expresión de su rostro conforme lee.
Definitivamente no iba a pedirle detalles. Fuera lo que fuera lo que estaba escrito, probablemente no iba a hacer de esta misión un recuerdo más agradable. Con salir de ésta con vida y que le pagaran por ello se conformaría, muchas gracias.
Dicho eso, Miela se acerca a la chimenea con su mochila, y empieza a preparar un desayuno.
A estas horas, y no esperando peligro, Miela sólo viste su blusa, sus pantalones y botas. No tenía sentido vestirse mucho para una simple labor de cocina. No era la cocinera oficial del grupo, pero más de uno sabía ya que a Miela se le daba bastante bien hacer comida para soldados: cosas sólidas que llenaban las tripas y daban energías. Y dado que todos pueden ver cómo los ingredientes y utensilios para hacer el desayuno salen de su mochila, al menos pueden contar con que esta comida no les haría sentir raros o culpables más tarde. La mercenaria se arremanga la blusa y se pone a trabajar, en silencio como es su costumbre. Por lo que la compañía observa, el desayuno de hoy será un estofado...
... el problema es que Miela no lleva comida para nueve personas, y mucho menos una olla lo bastante grande, así que tendrán que pensar en algo mientras Miela utiliza un cuchillo de cocina bien grande y afilado con bastante celeridad y destreza sobre la misma mesa que utilizaron para cenar ayer... para alguien que tenía una mano vendada y algo torpe, aunque ella no se queja en absoluto. Como siempre.
No es el lugar más higiénico para preparar la comida, pero la alternativa es utilizar la cocina de Ismael, y... bueno, Miela no espera que nadie defienda esa idea. Y la joven de todos modos se lava las manos y está siendo bastante liberal con el cubo de agua que encontró el día anterior para lavar los utensilios y los ingredientes antes de utilizarlos.