Bailey Bruer
Casa de los Doyle
Tarde, 3 de octubre de 2023
El camino a la granja de los Doyle se le hace bastante ameno a Bailey. Aparte de por ser relativamente corto, por las gracietas de King. Siempre ha sido un animal inteligente y enérgico, y nunca lo demuestra tanto como cuando lo sacan a pasear. Es excelente compañía, aunque la joven siente que está aún mejor acompañada si camina junto a su padre. A Bailey le gusta cómo se ha vestido hoy, y también le gusta la colonia de él. Le trae buenos recuerdos, y Bailey está en la onda emocional adecuada para que le vengan a la mente, y apreciarlos.
Sus recuerdos se ven interrumpidos por la visión de las vacas de los Doyle. La verdad, no eran el animal preferido de Bailey, pero en el momento debe admitir que ha bebido más leche de estos animales que de cualquier supermercado o centro comercial... y ha comido algún que otro filete. Al menos por ello les está agradecida.
“Susan, la señora Doyle, me dijo que ninguno de sus hijos quiso continuar con el negocio, están en Boston, según parece. Así que de momento se lo llevan estos chicos y ya verán qué hacen."
Bailey, que aún no tiene una idea clara de qué hará en el futuro, considera por un momento la posibilidad de hacerse cargo de la granja de los Doyle. ¿No sería raro, no, que unos granjeros le cedan la granja a una vecina? Desde luego no es el tipo de vida urbana que Bailey imaginaba hace unos años que tendría, pero Innisport no queda tan lejos, y Bailey ya sabía demasiado sobre los sueños rotos de la gente que se mudaba a lugares como Los Ángeles a buscarse una carrera de ensueño. Quizá algo más humilde no estaría mal. Al fin y al cabo, lo que importaba era tener dinero, ¿no? Y la leche y la ternera siempre serían productos populares...
Aún estaba entrando en las fases iniciales del fantaseo con la idea cuando llegan al final a la granja de los Doyle y se encuentran con Susan.
“¿Pero qué tenemos aquí? ¡Alan y Bailey, y hasta King! La familia completa.” Bailey sonríe a la señora Doyle, aunque oculta sus propios pensamientos: en realidad no estaba la familia entera... y jamás lo estaría. Pero debían seguir adelante. La señora Doyle, sin embargo, expresa su pena por ello. “Oh, disculpadme… No quería… Esta vieja chocha ya no sabe cómo ser educada con sus queridos vecinos…”
El señor Ted aparece a continuación. Lo cierto es que a Bailey siempre le había parecido algo severo, pero quizá por la cojera hoy no le resulta tan intimidante como recordaba de otras (escasas) ocasiones. Mientras la pareja entra en su hogar, Alan susurra a Bailey. “A mí tampoco me apetece mucho, pero quedémonos unos diez minutos, para hacerles felices. Son buena gente."
La chica responde dándole un suave apretón en el brazo y asintiendo con la cabeza. No iba a ser una noche de discoteca precisamente, pero los Doyle no eran malas personas. Habían sido generosos con los Bruer, ¿porqué no corresponderles con un poco de su tiempo?
Bailey entra en el hogar con gusto, algo bastante inusual en ella cuando se trata de lugares de campo, y conforme entra abre el bolso y saca con gentileza la caja de bombones que había comprado el día anterior. Se lo ofrece a Susan con una sonrisa. "¿Le gustan los dulces, señora Doyle? Pensamos que estaría bien corresponderles por ser siempre tan bueno con nosotros, aunque sólo sea un poco..."