Bailey Bruer
Casa de los Doyle
Tarde, 3 de octubre de 2023
Bailey jamás había pasado por algo como esto.
Casi creía estar en una pesadilla. O, para ser más exacta... deseaba que esto fuera una pesadilla. Que de alguna manera se hubiera quedado dormida sobre el retrete y lo hubiera soñado todo. Pero como su propio corazón revela, latiendo a toda velocidad, no es así. No es un sueño, sino... o bien la realidad, o bien una ilusión de una mente enferma.
Su mente.
Cuando oye la voz de su padre, Bailey no sabe si es real, o es su cerebro enfermo. ¿Pero cómo? ¿Qué le está pasando? ¿Es algo que ha comido o bebido? ¿Las pizzas del almuerzo, el zumo de manzana de los Doyle? ¿Había puesto Susan algo en el zumo, o estaba pasado? ¿Podía una simple intoxicación por comida pasada provocar alucinaciones tan vívidas?
Con la mano temblando y la respiración desbocada, Bailey se acerca despacio a la puerta, cargada de dudas. Los pies le pesan. Siente que su cuerpo mismo duda, confundido, sobre si abrir la puerta es una buena idea. ¿Pero de verdad está a salvo en el cuarto de baño tal como está ahora? ¿Acaso la aterradora visión del espejo estaba atrapada ahí dentro, incapaz de alcanzarla a través del cristal? ¿Y esos llantos de bebé... que algo le decía que no eran sino un camuflaje... de verdad podía detener lo que fuera eso una simple puerta de madera y un pestillo?
El cierre de la puerta tabletea en la mano temblorosa de Bailey mientras ésta aprieta los dientes y reúne las fuerzas para descorrerlo.
Bailey abre la puerta despacio, dando pasos titubeantes hacia atrás.
Si es Alan quien está al otro lado, lo que verá será a una Bailey enfermiza, con la piel pálida como la porcelana y el terror dibujado en su rostro. La joven jadea como si hubiera corrido dos maratones seguidas esprintando, y los brazos le tiemblan, por no decir nada de las manos. La boina y el bolso con los que entró en el baño están tirados en el suelo, de cualquier manera. Pero lo peor son sus ojos: abiertos como platos, con los iris reducidos por el terror, y aunque miran fijamente el rostro de su padre... no lo miran con el cariño que siempre ha sentido por él, sino como si fuera un animal salvaje al que Bailey se ha encontrado en las profundidades de un bosque siniestro, al que ni siquiera reconoce y que está esperando a ver qué hace para decidir si es una amenaza o no... aunque sabe que en realidad, no podría hacer nada tanto si lo fuera como si no.