Bailey Bruer
Casa de los Doyle
Tarde, 3 de octubre de 2023
Al extender Alan los brazos, Bailey da un respingo, dando dos pasos hacia atrás, sólo para darse cuenta de que a su espalda tiene el espejo del lavabo. Se da la vuelta rápidamente para mirarlo, temiendo que de alguna forma la ataque. Pero parece normal... así que, dudando, se gira lentamente.
Bailey mira a la cara a su padre. Sus ojos, moviéndose rápidos como centellas, pasan de su rostro a sus brazos, y luego a sus manos. Entonces, mira a King. Sus orejas, sus ojos, su hocico, su cola. Los ojos de Bailey no dejan de moverse mientras pasan una y otra vez por los mismos detalles, tratando de buscar... algo. Lo que sea. Algo que sea raro. Algo que no debería estar... o ser. Algo que le diga que su padre no es su padre, o que su perro no es su perro. Siente que el corazón se le va a salir por la boca, que su respiración está demasiado acelerada. De tener algún conocimiento médico, sabría que está hiperventilando.
La hiperventilación le pasa factura. La chica no ve nada raro... en apariencia... pero... no sabe qué hacer. Le duele en el alma ver a su padre y a su fiel amigo afectados por lo que le ocurre, pero... ¿puede arriesgarse?
Al dolor metáforico se le suma uno literal. Una punzada dentro de su cabeza se anuncia con una mueca en su rostro. Eso la hace reaccionar. Bailey sabe que si no se controla, jamás logrará salir de esto, sea lo que sea esto. La joven se lleva una mano abierta al corazón y lucha por controlar su respiración otra vez. La debilidad que empieza a apoderarse de ella, algo muy distinto, más profundo y más suave que el cansancio corriente, prácticamente la ayuda a hacerlo. Es como sentir una sábana suave pero pesada caer sobre sus hombros y su pecho. Mientras toma bocanadas de aire regulares, profundas, Bailey se pasa una mano por la cara y por el pelo, sintiendo un sudor frío como agua de mar. En comparación, las lágrimas cálidas que empiezan a brotarle de los ojos al volver a ver a Alan y a King desde una mayor calma se le antojan ardientes.
"Lo-lo-lo... lo sien... yo... Papá..." Bailey trata de hablar, pero un nudo en la garganta se lo pone difícil. Volviendo a respirar profundamente, y tras pasarse la manga de la chaqueta por la frente, Bailey se acerca a los dos un paso. Luego otro. Pasos cortos e inseguros, pero son un comienzo que la anima un poco. Incluso consigue sonreír, aunque de una manera extraña, forzada. "Lo siento... creo... creo que estoy... teniendo una mala tarde..."