Alan con Milly y después con María (a la que le hemos robado los macarrones)
Alan coge el móvil de la encimera y observa el mensaje que acaba de recibir. Frunce el ceño, negando con la cabeza en una clara muestra de desagrado, antes de guardarlo en su bolsillo.
"Ah, Pencott... Entonces eres la sobrina de Griffin", comenta, reflexivo. "Tu tío es un hombre peculiar," añade con un tono ambiguo, dejando a Milly en duda sobre sus verdaderos sentimientos hacia Alex.
"Es cierto que no soy fan de las entrevistas", admite Alan, secándose las manos en el delantal. "Y normalmente no explico por qué, pero voy a hacer una excepción contigo, Milly". Se dirige a la nevera y saca un trozo de parmesano, comenzando a rallarlo con destreza. "No me gustan por varias razones. La primera es que te exponen, y ¿a quién le gusta eso? Solo a aquellos que valoran su ego en primer lugar o los que no tienen nada que perder. Pero quienes tienen a otros en su vida, esos deben ser cuidadosos con exponerse".
Mientras continúa rallando el queso, su voz se endurece ligeramente. "Pero hay algo que me desagrada aún más", comenta. "Y es que la mayoría de los periodistas no buscan realmente conocer la historia de quien ha logrado algo distinto, especial o destacable. En lugar de eso, tienen un interés egoísta. Conducen las entrevistas hacia donde les conviene, seleccionando las preguntas que refuercen la imagen preconcebida que ya tienen del entrevistado, no la verdadera esencia de la persona. Es un juego de manipulación, donde el periodista busca su propio beneficio, creando una narrativa que le favorezca, a menudo a costa de la verdad o la integridad del entrevistado. Y lo que es peor, a veces eso afecta a la gente de su alrededor. Y aquí regresaríamos al primer punto".
Alan deja de rallar y se gira hacia Milly, su mirada penetrante. "Por desgracia tu tío es uno de esos y esa chica, Anna O'Shea, quien durante meses estuvo llamando a casa para obtener una entrevista, era igual que él".
Alan se vuelve hacia María al escuchar su voz.
"Sí, en esa plataforma tienes acceso a casi todo mi trabajo. Te recomendaría comenzar con 'Kerry'; es mi primera novela y le tengo un cariño especial. Aunque 'El fulgor' también tiene su buen número de seguidores", responde con una sonrisa amigable.
Tras un momento, Alan apoya las manos en el mueble de la cocina y baja la cabeza, como sumido en un breve instante de reflexión o duda. Luego, levanta la mirada y se dirige a Milly.
"Sabes, Milly, he estado pensando... Haré esa entrevista contigo. Confío en Bailey y su juicio para elegir a personas que merecen la pena. Si Bailey confía en ti, entonces yo también lo haré." Su tono es sincero, y en sus ojos se refleja un atisbo de vulnerabilidad, como si estuviera dando un paso fuera de su zona de confort por alguien a quien valora. "Pero la haremos aquí".
Finalmente añade: "Las vacas, sí, son de los Doyle, los vecinos de aquí arriba. Bailey lleva bebiendo su leche desde que era niña".