Milly y Ronan
Mientras avanzan por el sendero hacia El beso del bosque, Olaf continúa su explicación, evidenciando su profundo conocimiento de la mitología y las tradiciones antiguas. “Más que inteligente, capaz de imitar la inteligencia”, aclara con un gesto pensativo, como si buscara confirmar sus palabras con el paisaje mismo.
“Pero debéis comprender que todo esto es puramente especulativo. En diferentes tradiciones, tiene capacidades y características ligeramente distintas, en caso de existir no podemos dar nada por seguro, salvo lo que coincide en todas.” Su voz lleva un tono de advertencia.
"Por ejemplo, el terror que sienten por el fuego o su incapacidad para entrar en edificios sin invitación, salvo que haya una abertura al oeste”, añade mientras saca un mechero de su bolsillo y acerca la llama primero a si mismo y luego a ellos.
“Aunque a veces puede ser mejor no demostrar que se le ha descubierto y escapar a tiempo que hacer que revele su verdadera forma”, apunta, justo antes de entrar al Beso del Bosque.
Olaf lanza una última mirada hacia atrás, como asegurándose de que no están siendo observados, antes de adentrarse completamente en la espesura del claro.
El Beso del Bosque, se presenta ante Milly y Ronan como una burbuja de serenidad que los separa del resto del bosque. Es un espacio amplio y despejado, cuya atmósfera tranquila y aislada lo ha convertido en un refugio favorito para las parejas que buscan intimidad. Esta es la primera vez que Milly y Ronan visitan el lugar tan entrada la tarde, y el escenario es especialmente mágico con los tonos ocres del atardecer recortándose en el horizonte.
En el centro del claro, el enorme árbol, el más viejo de la zona, se retuerce y entra en la tierra como un enorme pilar de madera.
Tras un rápido vistazo, se dan cuenta de que allí no hay nadie y de que sería difícil esconderse en algún lugar.