Bailey Bruer
Final del día.
4 de Octubre de 2023
Bailey rechaza completamente la idea de pasar el resto de la noche como un alma en pena. En lugar de eso, un ansia vital se apodera de ella, llevándola a mostrarse más vital y exhuberante que nunca. Ayuda a su padre a cocinar, sonríe y bromea, le hace carantoñas tanto a Alan como a King... en definitiva, llena la casa con la visa que a ella le sobra. Y cuando la familia cena, cena con gusto.
Un rato largo después de ver con su padre las noticias en la tele y un par de capítulos de un rerun de Los Hamptons, Bailey sube a su habitación seguida de King, que está contagiado por la alegría de su rubia dueña. En su habitación, Bailey deja que sus pantaloncitos negros caigan sobre la ridículamente espesa alfombra rosa en el centro de la estancia, momentos antes de que la sudadera se desplome sobre la gran mesita blanca que se yergue sobre ella como una especie de elefantito blanco sobre el prado en el sueño de una niña. En un tremendo contraste con esa imagen, la joven no duda en caminar en sujetador y bragas por la habitación, móvil en la mano. Está demasiado excitada para quedarse quieta mientras mira la pantalla. Su tonificado cuerpo de atleta, rodeado por la luz dorada pero tímida de las lamparitas que sobresalen de las paredes, rebosa energía. Podría haber encendido la lámpara del techo, de luz natural, pero esta noche las sombras no albergan amenazas para Bailey. No mientras la luz se hace notar sobre el collar que lleva colgando de su cuello.
¡Misión cumplida, Leo encontrado sano y salvo! !✌️
De vuelta en el pueblo, ¡hablemos mañana por la mañana en el insti, importante!” !😮
¿Cómo ha ido la manifestación? ¿Y lo de la vidente?
¿Han detenido a Rachel ya? !😛
Bailey asiente, pensando que todo va bien, entonces... momento en el cual King le da golpecitos en el muslo con sus patitas, mostrando una pelotita de goma en la boca. Con una sonrisa despreocupada y casi maternal, Bailey toma la pelotita y la lanza, botándola en el suelo y rebotándola en la pared. Su trayectoria la lleva hasta la boca de King, que ha saltado para atraparla, y que a continuación se la lleva a Bailey otra vez.
Entre lanzamientos, Bailey va escribiendo una respuesta.
sisí, mañana hablamos, necesito vuestra ayuda con una cosa súper importante
La advertencia de Marina respecto a sus amigos pasa por la cabeza de Bailey por un instante antes de que ésta la apalee como un matón en un callejón en los años 30. Si sus amigos no quieren involucrarse, le vale, pero tienen que saber de qué va todo esto.
Después de enviar el mensaje, Bailey suspira, pensando que tiene que haber algo más que pueda hacer esta noche, ahora que está con ganas de marcha. Al mirarse en el espejo de cuerpo completo que guarda su armario y examinarse por un momento, a la chica le llega una idea a la cabeza. Rápidamente, Bailey se revuelca sobre la cama para llegar al otro lado, donde está su mesa escritorio, y abre un cajón. Dentro encuentra lo que necesita.
Un rato después, Bailey vuelve a mirarse al espejo. Gracias a la magia de unas clases de manualidades de la infancia medio recordadas, un tutorial de Youtube y restos materiales de otros proyectos similares, ahora pende de su cuello un collar con un cordel largo, resistente, que pasa por unas muy viejas cuentas de piedra, o quizá hueso. Esas piezas se deslizan hacia abajo hasta caer en el canalillo entre los pechos de Bailey. Con una sonrisa un poco arrogante y un guiño hacia el espejo, la joven celebra que el collar puede ocultarse fácilmente entre sus considerables encantos con una elección de ropa adecuada.
Es entonces cuando su teléfono móvil vibra sobre el edredón de su cama, donde descansa. Bailey lo recoge, y ve el mensaje que María acaba de mandar. ¿Cómo ha ido? ¿Estás bien?
Bailey deja el aparato sobre la cama mientras se quita su coletero y permite que su melena rubia se libere salvajemente sobre sus hombros y espalda. Sus pensamientos giran alrededor de María y su conversación en el coche. Una inyección de alegría le entra directamente al corazón al recordar eso. Rápidamente, toma el móvil y, acercándose a una de las lamparitas de la pared, Bailey posa para sacarse un selfie: un poco inclinada de costado, con una mano sosteniendo las piezas centrales del collar para mostrarlas a la cámara, y con su acostumbrada sonrisa confiada en los labios. Dado que María es una chica, a Bailey no le importa que se vea el sujetador negro un tanto atrevido que lleva puesto, pero... no es hasta después de sacarse la foto que la chica rubia recuerda las dificultades que puede tener María para apreciar una foto.
Con un suspiro y un rodar de ojos por su momento de rubia, Bailey escribe rápidamente: lo de la vidente ha ido bien, ahora tengo un amuleto protector, pero no va a bastar con eso para librarme del problema, mañana hablamos nena, cuídate!
Satisfecha, Bailey al fin se echa sobre la cama boca abajo, sintiéndose optimista y dispuesta a enfrentarse al mundo, momento que King aprovecha para saltar y unirse a ella. Con los pies moviéndose en el aire mientras se pone a husmear en Twitter, la joven se detiene cada poco para acariciar, abrazar y susurrarle cumplidos a su animal. Dentro de poco se irá a dormir...
Epílogo
Hfff... hfff... hfff... hfff...
El amanecer encuentra a Bailey corriendo por la linde del bosque cerca de la mansión Bruer.
En pantalones cortos y sudadera, con una toalla acomodada tras su cuello y una botella de agua en la mano, la joven pasa bajo las ramas de los árboles dibujando una estela eléctrica con su coleta rubia. La hierba del prado a su derecha y los arbustos del bosque a su izquierda le marcan el recorrido. El sudor le corre por la frente y las mejillas, y el vapor de su respiración se deja ver por un momento antes de desaparecer con timidez con cada exhalación. Oculto bajo su sudadera, presente contra su piel, el collar que los Bruer encontraron se moja con su sudor. Lejos de molestarla, a Bailey le parece que la ayuda a concentrarse. Como si evitara que sus pensamientos se hundieran en la pura actividad física.
King corre a su lado, atento a sus alrededores, hasta que Bailey reduce la marcha para admirar el paisaje y tomar aliento. Mientras el animal olisquea con curiosidad los árboles y arbustos, los ojos azules de Bailey recorren poco a poco el panorama de Innisport. No puede evitar preguntarse si alguna vez una ciudad tan humilde escondió tantos secretos. Con delicadeza, Bailey pesca el collar de entre sus pechos y lo seca con una esquina de su toalla. Lo mira de cerca, examinándolo, pensando en lo que significa, en la historia que encierra, y en lo necesario que es que... si esa historia no sale a la luz, al menos que tenga el final que merece. Los finos dedos de la joven aprietan las cuencas, casi como si quisieran desmenuzar el exterior y llegar a algo en su corazón.
"Esto... no va a quedar así." Bailey susurra, mirando hacia las granjas en la lejanía, pero hablando con la persona ligada al collar. "Haré lo que pueda. No sé si será suficiente, pero te aseguro que haré lo que pueda para que puedas descansar. Sólo... ayúdame, si puedes."
Habiendo recuperado la respiración, Bailey vuelve a ocultar el collar bajo su sudadera y con una voz alegre para su animal, continúa su camino, disfrutando de la salud, la juventud y la libertad las cuales, como es ahora muy consciente, no pudieron disfrutar otros.