El grupo sale del Cerdo Combatiente hacia el mediodía seguidos de la impasible mirada de Miela, que los observa partir desde su mesa. Aunque hay algún intento por convencerla a que los acompañe, ella se niega con la excusa (bastante conveniente) de que no está en absoluto lista para salir por ahí de aventuras. Dado que no lleva capa, sombrero, mochila ni sus exóticas armas, es de comprender.
Después de una hora de caminata por el camino principal siguiendo al moqueante Mogo, el grupo se adentra en el bosque. Lo cual es bueno y malo. Por un lado, ayuda a sortear ciertos imprevistos como, por ejemplo, algún grupo de bandidos al que sin duda le encantaría vengar afrentas pasadas. Por otro, significa adentrarse en un terreno desigual, sorteando arbustos, ramas, rocas, madrigueras y otros obstáculos similares. Terreno con el que los recién llegados de Innisport no están muy acostumbrados a lidiar. De hecho, buena parte de la caminata se invierte en que Erdwan y Ayn aleccionen a los aventureros noveles en cómo moverse por el bosque en silencio, lo cual para cuatro humanos de ciudad no es nada fácil. Mogo se impacienta mucho, pero Erdwan lo mantiene fácilmente a raya con respuestas cortantes, afiladas por la reputación de Camorro.
El grupo prosigue camino marginalmente más silencioso que antes conforme evitan problemas mediante los acertados consejos de los aventureros veteranos.
Realmente nadie sabe qué pensar de la oferta del tal [inserte título auto-descriptor excesivamente pomposo aquí] Camorro incluso después de encontrarlo al fin cuando el atardecer está ya bien llegado.
El orco, enorme y musculoso, que le saca fácilmente dos cabezas a Erdwan, está sentado sobre una roca. Tranquilo pero atento, fuma una pipa y mantiene su gran ballesta y una espada bien grande al alcance de la mano. Mientras los ve venir, Camorro examina a los recién llegados. Parece interesado, más que otra cosa, pero los más perceptivos del grupo notan cierto... disgusto en sus ojos. Está claro que Camorro no esperaba cuatro humanos adolescentes como parte del grupo, y menos incluyendo a una chica ciega. Sin embargo, cuando están todos lo bastante cerca para hablar sin levantar la voz, el orco extiende los brazos en señal de bienvenida.
"Hola, hola, hola. Veo que Mogo no ha tenido problemas en encontrar gente capaz."
La fugaz mirada que Camorro lanza a Mogo hace que su patético siervo se estire para ponerse firme, una reacción que tiene muy poco que ver con la disciplina militar, y mucho con no querer atraer un castigo.
"¿Y a quién tengo el placer de saludar esta... tarde cargada de oportunidad?"