Milly
Korrin, que ya parecía algo excitado por el ambiente y el vino, se lleva la copa a los labios, pero al ver a Milly desabrocharse el vestido y revelar su figura, sus ojos se abren de par en par. Un hilillo de sangre comienza a descenderle de la nariz, lo que lo hace reaccionar de inmediato, buscando un pañuelo con torpeza.
“Ah, este vino... tan espeso como la misma vida,” murmura mientras presiona el pañuelo contra su nariz, intentando disimular su nerviosismo con una risa incómoda. A pesar de ello, sus ojos no pueden evitar regresar a Milly, aunque lo hace con un leve rubor. “Mis disculpas, querida Margy. Este... ambiente me está afectando más de lo que esperaba.”
Se reclina en su asiento, recuperando un poco de compostura mientras apura la copa y la deja sobre la mesa con un gesto dramático. “Habláis de leyendas, ¿eh? Permitidme contaros una que solo los viejos lobos de mar murmuran en las tabernas más oscuras, entre trago y trago de ron.”
Korrin hace una pausa, acariciando el borde de su copa con los dedos mientras su voz adquiere un tono más bajo y misterioso. “Habéis oído hablar de Darven el Gris, claro. Fundador del legado de Lady Morwen, pero... ¿sabíais que su fortuna no fue obtenida solo con su espada y astucia? Hay quienes dicen que, en uno de sus viajes más allá de las Islas Nelanther, encontró un barco fantasma. Un navío perdido en las brumas, tripulado por almas malditas que no conocían descanso.”
Baja la voz aún más, como si temiera que alguien pudiera escucharle desde fuera. “Dicen que Darven y su tripulación abordaron aquel barco espectral, no por valor, sino porque no tenían otra opción. La batalla fue feroz; los fantasmas se desvanecían con cada golpe, pero volvían a materializarse tan rápido como desaparecían. Al final, Darven encontró su corazón, o lo más parecido que tienen esas criaturas, encerrado en un cofre de oro negro. Con su espada, rompió el cofre, liberando sus almas y maldiciéndose a sí mismo.”
Se inclina hacia Milly, sus ojos brillando con la emoción de la narración. “Pero no se fue con las manos vacías. El tesoro que encontró en aquel barco fue lo que le permitió arrebatar el poder a los Longbottom y erigirse como la fuerza dominante en Daggerford. Con oro maldito o no, construyó su legado sobre los restos de quienes no pudieron igualar su ambición. Sin embargo,” añade con un tono conspirador, “se dice que el alma de Darven quedó marcada por aquella noche, y que cada vez que alguien intenta buscar más de ese tesoro, su espíritu regresa para reclamar lo que es suyo.”
Korrin sigue bebiendo como si el vino fuera agua, sirviendo más y más copas con un entusiasmo desbordante. “¡Vamos, Luna! ¡Margy! No seáis tímidas, esto se bebe fácil. Y si no... ¡pues os lo echo encima, ja!” dice, con una carcajada ronca mientras rellena sus copas. Luna acepta, algo vacilante, y acaba tambaleándose después de unos tragos, mientras Milly toma su bebida con la misma calma que si fuese té.
Luna, ya completamente vencida, termina apoyando la cabeza sobre sus brazos cruzados, dejando escapar un suspiro soñoliento antes de quedarse dormida. Korrin, por el contrario, parece entrar en su segunda etapa: la de lengua suelta y cuchicheos conspiradores.
“Esa... esa puta de Myrra,” masculla de repente, acercándose a Milly como si fuese a confiarle un gran secreto. “Medioelfa de mierda, siempre mandando como si fuera la puta reina. ¡Pero no lo es! A mí no me engaña. Y claro, Garas, el idiota, siempre diciendo que es la mejor, que esto y que lo otro...” escupe, chasqueando la lengua.
Se inclina más hacia Milly, el vino marcando su aliento. “Pero yo sé cosas, Margy, cosas que nadie más sabe. La he visto... oh sí, la he visto con Morwen. Y no estaba sola, no. Esa zorra de Celyne también estaba ahí, cuchicheando, conspirando contra el gremio. ¿Sabes lo que te digo? Que como Zilvra se entere, van a rodar cabezas. Y yo lo disfrutaré, ¡oh, sí!” dice, riendo por lo bajo mientras da un trago largo.
Conforme sigue bebiendo, su tono cambia de conspirador a descarado. Deja la copa sobre la mesa con un golpe, sus ojos clavados en Milly, y una sonrisa vulgar se extiende por su rostro. “Pero basta ya de hablar de esas putas. Margy, querida... ¿por qué no te quitas ese vestido por completo? Anda, sé buena. Seguro que sabes cómo calentar a un hombre como yo...” Su mirada la recorre de arriba abajo sin pudor. “Venga, niégate si quieres, pero ambos sabemos que lo estás deseando, ¿eh? No me hagas suplicar, muñeca, que lo único que quiero es follarte aquí mismo.”
Sin esperar respuesta, Korrin se pone en pie con dificultad, tambaleándose mientras se lleva las manos al cinturón para desabrocharlo. “Voy a enseñarte lo que es un hombre de verdad,” dice con una sonrisa torcida, bajándose los pantalones con un gesto teatral. Sin embargo, en su borrachera, sus pies tropiezan torpemente con la mesa y cae de lleno, boca abajo, sobre la madera. El impacto es seguido por un ronquido atronador, señal de que Korrin se ha quedado profundamente dormido, medio desnudo y con el rostro aplastado contra los restos de la cena.