Todos
Si Thorian piensa algo del tono impertinente de Elijah no dice nada. El grupo avanza por las calles de Daggerford, dejando atrás los barrios más humildes y modernos para adentrarse en el Barrio del Alabastro, una zona donde hasta el aire parece más refinado. Los adoquines están impecables, las fachadas de las casas decoradas con detalles elegantes, y los jardines, cuidados al milímetro, se esconden tras altas verjas de hierro forjado. La tranquilidad aquí tiene un precio, y ese precio claramente no es bajo.
Entre los palacetes que se alinean a lo largo de las amplias avenidas, uno destaca por encima de los demás. Construido en piedra clara, con columnas ornamentadas y un escudo de armas que deja claro a quién pertenece, su apariencia refleja tanto poder como riqueza. Percy detiene suavemente su caballo frente a la entrada y señala la mansión.
“Hemos llegado,” dice, aliviado.
Los guardias en la entrada lo observan por un instante, sus rostros cargados de sorpresa. “¡Joven señor!” exclama uno de ellos, inclinándose con una reverencia exagerada. Antes de que Percy pueda responder, el hombre se da la vuelta y corre hacia el interior, gritando: “¡Avisad a los señores, ha regresado!”
En el amplio jardín, rodeado de rosales perfectamente podados y senderos de grava blanca, aparece un joven que guarda un innegable parecido con Percy. Su postura es rígida, y su forma de caminar transmite una mezcla de torpeza y debilidad. Sin embargo, hay algo en su mirada, fija e incisiva, que lo diferencia de su hermano mayor.
El joven se detiene a pocos pasos de Percy, inclinando la cabeza ligeramente como si lo evaluara. Un silencio incómodo se instala mientras su mirada parece escudriñar cada detalle de su hermano. Finalmente, habla con un tono extraño, casi monótono.
“¿Tú? ¿Aquí? Padre pensaba que habías muerto... o algo peor,” dice, ladeando la cabeza como si realmente estuviera considerando esa posibilidad.
Percy abre la boca para protestar, pero antes de que pueda articular palabra, el joven ya ha desviado su atención hacia Bailey, mirándola de arriba abajo con descaro.
“¿Y ésta?” pregunta, señalándola con un gesto vago. “Menudas tetas más gordas. Seguro que los bandidos ni siquiera miraban tu espada, con semejante distracción.”
Percy se pone rojo como un tomate y suelta un jadeo incrédulo. “¡Cállate, por favor!” espeta, evitando mirar a Bailey.
El joven encoge los hombros con indiferencia, como si lo que acaba de decir fuera lo más razonable del mundo. “Bienvenido, hermano,” dice al final, su tono completamente neutro, antes de darse media vuelta y caminar de regreso hacia la mansión con una tranquilidad irritante.
Percy se pasa una mano por el rostro, visiblemente agobiado. “Ejem... perdonad a mi... hermano,” murmura, sin saber dónde meterse.
Un valet perfectamente uniformado aparece en la entrada principal, inclinándose ligeramente. Con un gesto elegante, les indica que avancen hacia el vestíbulo del palacete, mientras dos criados robustos se apresuran hacia Percy, literalmente levantándolo en volandas antes de que pueda protestar.
“¡El joven señor ha regresado, y sano y salvo!” exclama uno de los criados con evidente emoción.
“Los dioses nos han escuchado, todo volverá a estar en su sitio,” añade el otro mientras ambos lo llevan hacia el interior, ignorando por completo los murmullos de Percy, quien intenta mantener algo de dignidad en medio del alboroto.
El valet, ajeno al espectáculo, se gira hacia el resto del grupo, manteniendo una expresión cuidadosamente neutral. “Lord Longbottom estará encantado de hablar con el líder de la compañía que ha traído a su hijo de regreso. Por favor, escojan a un representante y que me siga al interior.”
Su tono es impecable, transmitiendo con claridad que, aunque los demás son bienvenidos a esperar, el señor no tiene intención de atender a todos a la vez. Su mirada recorre al grupo con calma, deteniéndose un instante más de lo necesario en Pizz, como si evaluara la idea de su presencia con cierto escepticismo antes de volver a su expresión neutral. Paciente pero firme, el valet permanece a la espera de su decisión.