Elijah
Rynne no se inmuta. No frunce el ceño ni cruza los brazos. Simplemente lo observa con esa mirada suya, serena y vieja, como si ya hubiera tenido esta conversación muchas veces antes. Espera a que Elijah termine, y entonces responde con calma. Sin elevar la voz, sin necesidad de imponerse.
"No depende de mí, Elijah. Esa biblioteca tiene más de mil años."
Hace una breve pausa, y continúa, con tono más bajo pero firme.
"Los textos que guarda no son libros cualquiera. Hay pergaminos que se deshacen si los miras mal, mapas que cambian con la luz, tratados que no significan nada si no sabes lo que estás buscando. No es por ocultaros nada. Es que no todo el mundo puede leerlos… ni entender lo que dicen. Y Verbal lo sabe bien."
Da un paso, las manos cruzadas tras la espalda.
"Meter a ocho personas ahí dentro sería como soltar un rebaño en un herbolario. No porque seáis torpes, sino porque no es un sitio para tantear a ciegas. No se trata de cuántos entran, sino de quién sabe ver lo que hay que ver."
Mira a Elijah con sencillez, sin dureza, pero con la claridad de quien no va a suavizar las cosas por quedar bien.
"Yo hablaré con él. Pero escoged bien a quién mandáis. Y no lo toméis como un obstáculo. Tomadlo como lo que es: una oportunidad."
Luego mira a Milly.
"El grabado que estoy estudiando… es parte de un legado. Lo llevo conmigo porque se me confió como a los que vinieron antes que yo. Es un tratado sobre magia defensiva, entregado de vigilante en vigilante del cementerio, generación tras generación."
Se acerca un poco, lo justo para que su voz se vuelva más baja, más íntima.
"No es fácil de leer. Incluso alguien versado en las artes mágicas se perdería entre sus símbolos, sus juegos de doble sentido, sus espacios vacíos. Está escrito más con silencios que con tinta. Pero guarda algo importante. Algo que tal vez nos ayude a sellar de nuevo lo que está empezando a romperse."