Bailey sólo puede seguir la conversación a medias, pero la entiende lo suficiente.
Con pasos pesados, el unicornio se aparta de la mesa contra la que se apoya, y se acerca a la niña. A continuación, se tumba junto a ella, y baja la cabeza hasta dejar su cornamenta al alcance de la pequeña. Las flores blancas que crecen en ella, aunque algo mustias, siguen emanando un aroma agradable, quizá algo menos fresco ahora. Bailey se las ofrece a la niña antes de reafirmar su voz mental todo lo posible para transmitir confianza y seguridad. "No podemos quedarnos aquí contigo. Tenemos que ir a rescatar a tu hermana, y derrotar a un hombre muy malo. ¿Puedes esperarnos aquí?"