Todos
Antes de retirarse con paso diligente hacia la plaza, Hans, el portavoz, se vuelve un instante hacia María.
"Doña mía, sabed que el navío ha hecho ya puerto. Las campanas así lo anuncian. Será bien que lo sepáis."
Con eso, se despide, y la Compañía del Unicornio se dispersa por la plaza, como sombras cansadas al sol de media mañana.
Milly, algo rezagada, observa cómo algunos criados se agrupan junto a un carromato cubierto, intercambiando miradas rápidas y cuchicheos. Visten con discreción, pero los paños son de calidad, y hay en sus gestos esa mezcla de prisa contenida y exceso de protocolo que sólo acompaña a los que sirven cerca del poder.
No llevan blasones, pero el nerviosismo es heráldica suficiente.
Uno de los criados, con gesto cansado y la voz baja, suelta entre dientes:
"Dios nos guarde si su señor no halla presto a su hijo... Trae humor de horca y daga, y no hay quien le aguante."
El otro, más joven, asiente mientras se agacha a revisar unas correas con más ceremonia que necesidad.
"Desde lo del Coliseo… el joven señor ya no es el que era. Dicen que ha jurado remover cielo y abismo hasta dar con la mujer que alzó la revuelta. Y cuentan que Lady Morwen lo respalda, pues a ella también le fue arrebatado algo aquella noche. Es ahora esa mujer, engendro dicen, el bandido más buscado de la región. Buena recompensa logrará quien la apresara."
El otro criado, sin alzar la voz, añade con una sonrisa tensa:
"Dicen que hasta los mejores mercenarios de Puerta de Baldur han sido enviados tras ella. Fornidos guerreros con más acero que paciencia, semiorcos de brazo rápido y sangre caliente… y hasta mujeres gato, montadas en bestias exóticas que no tienen nombre en lengua común."
Hace una pausa breve, como quien duda si decir lo siguiente.
"Si la hallan, será por oro o por gloria. Pero pocos volverán sin cicatrices."
Ambos callan cuando ven a Milly cerca. Pero ya han dicho bastante.