Rachel
Rachel, junto a Bailey, avanza con paso sereno. No hay tensión en su andar, pero sus ojos lo miden todo: el mobiliario, el suelo, la limpieza sin grietas, el orden sin polvo. Algo no encaja, y no disimula el juicio.
"Sí, estamos interesados en el caballo que tienen disponible. Necesitamos una montura", dice al fin, desde el centro de la estancia.
La mujer la observa desde la penumbra de una puerta entreabierta. Tiene las manos cruzadas, un paño doblado sobre el hombro, y en la mirada un brizna de esperanza.
"Una montura", repite, como quien prueba el sabor de una palabra que hace mucho no usa.
"Bueno... a veces se precisa, sí. Para avanzar. Para huir. Para ser llevados a un lugar que aún no sabemos que anhelamos."
Desde dentro, la voz del hombre resuena como un eco antiguo, como algo ya oído en sueños.
"Pero aquí no hallaréis vulgares monturas. Solo papeles. Y el corcel negro… el corcel negro no se deja montar por voluntad. Solo se deja llevar por quien se ha ganado un sitio en la historia."
Surge entonces de la sombra. Alto, enjuto, con expresión firme, aunque no hostil. Se seca las manos en un trapo mientras habla, sin alzar la vista.
"Yo soy Cleta, hija del río y del sauce torcido. Y este de aquí es mi hermano, Brizna, nacido del espino y de la noche sin luna", dice la mujer con una leve inclinación de cabeza.
Cleta avanza un paso, y sus ojos recorren el grupo como si buscara algo que aún no ve.
Brizna toma la palabra con voz medida:
"No basta con desear. Aquí cada cual ha de ocupar su lugar. No uno escogido al azar. No uno tomado por capricho. El que le corresponde. Hay ocho. Siempre ocho."
Inclina apenas la cabeza, como si los contara en silencio.
"Uno será el Valiente. Aquel que actúa sin comprender del todo, pero avanza. Tropiece o no, siempre hacia delante."
"Otro, el Consejero. Aquel que susurra juicio al oído del primero, sin atarse a su destino."
"Debe haber un Bufón, claro está. Porque sin quien se ría de la tragedia, la tragedia se vuelve insoportable."
"Y también un Traidor, aunque ignore que lo es. Sin traición no hay movimiento. Sin sombra, no hay luz ni llama."
Brizna camina despacio hacia la ventana. No mira a nadie, pero su voz se vuelve más grave, como quien recita algo escrito antes del tiempo:
"Hace falta una Doncella. No por pureza, sino por esperanza. Tal vez lleve espada, tal vez lleve cicatrices, pero aún no se ha roto. Inspira deseo... o remordimiento."
"Y un Sabio. No importa si carece de libros, o si parece necio. Lo esencial es que sepa cuándo callar. Y cuándo hablar."
Se detiene, apoya una mano en el alfeizar, y pronuncia más bajo:
"Y uno... uno será el Portador. No es el fuerte. Ni el héroe. Ni el mártir. Es el que toma la carga que nadie quiere. El que arrastra lo que duele, lo que pesa, lo que otros no pueden mirar."
Cleta se mueve, como si cerrara el círculo de la revelación.
"Y por último, hace falta el Elegido. No el héroe. Ese papel es de Zopilote. El Elegido es quien lo montará. El que lo guía... y a quien él guiará. El que sostiene la historia sobre su espalda sin saber si la merece."
Silencio.
En algún rincón del establo, se oye un golpe seco.
Zopilote.
Como si aprobara.
O como si estuviera harto de esperar.