El Portador avanzó hasta ponerse al lado de la Elegida.
--Las puertas hay que abrir, un arma de asedio las puede partir, y un buen ariete nos puede servir. Sus conjuros tribales la Elegida deberá anular, si los clavos rituales queremos aflojar.
--Pero antes de que el ariete haga un boquete tendremos que superar algo más acuciante, pues habrá que empalar a ese gigante. Con flechas y lanzas lo podemos despistar, para que con más facilidad otros lo embistan a toda velocidad.
--Pero antes la fosa habrá que cruzar y de la pasarela no nos podemos fiar, unas tablas largas de madera robusta nos podrán ayudar si su longitud se ajusta. Precaución habremos de tener si con aceite nos intentan detener, pues incendiará la fosa de brea, tened mucho cuidado si os golpea y salpica, pues ya sabéis lo que eso significa, una buena quemadura que escuece como la peor picadura.
--De las torres con lanzas nos pincharán como terribles espinas, antorchas nos lanzarán y nos quemarán con sus resinas. Es algo que tendremos que evitar, con humo su visión podremos tapar, flechas les podremos lanzar para que tengan miedo de atacar, así estarán en sus torres contenidos, acobardados y escondidos. Y si eso falla, nos queda la magia de la Elegida, para tapar su vista o con protección que el ejército resista.
Y con un poco de suerte e ingenio, tal vez logremos vencer en este asedio.
El Portavoz agitó el estandarte con movimientos en clave para ordenar a sus tropas que dispongan de todo lo necesario que les hacía falta para empezar el asalto: ariete móvil con ruedas, escudos grandes para protegerse de proyectiles y lanzas, tablones para la fosa, tratados para ser lo más ignífugos posibles, arqueros para distraer a los atacantes de las torres, guerreros que ocupen la atención del gigante, agua para el fuego...
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