Tharitley
Desde el respeto:
Esa afirmación es un clásico del cinismo y, aunque a primera vista puede sonar convincente, se puede desmontar fácilmente al considerar la complejidad y las múltiples capas de la motivación humana.
Un voluntario que dedica horas a cuidar animales abandonados o a ayudar en un comedor social, sin recibir remuneración, reconocimiento público ni beneficios fiscales. Su motivación principal no es un "interés pasivo" en el sentido de "obtener algo", sino la convicción moral o la empatía por el sufrimiento ajeno. Aunque pueda sentir satisfacción (un subproducto), su objetivo no es la satisfacción en sí, sino el bienestar del otro. Si su objetivo fuera solo sentirse bien, habría formas más directas y egoístas de conseguirlo.
Dos niños pequeños jugando espontáneamente en un parque sin conocerse, compartiendo un columpio o riéndose mientras corren. Su "interés" es la alegría del juego compartido, la exploración del mundo y la socialización básica. No hay un objetivo de ganar, de obtener algo del otro, o de establecer una jerarquía.
Un médico que, durante una crisis personal grave, sigue tratando a sus pacientes con la máxima profesionalidad porque es su juramento y su responsabilidad, aunque no obtenga ninguna satisfacción personal en ese momento. El "interés" del paciente es su curación, pero la motivación del médico en ese preciso instante trasciende el "interés activo o pasivo" personal por un compromiso ético.
La trampa de la afirmación que planteas radica en definir "interés" de una forma tan amplia que abarque cualquier resultado positivo para el individuo, incluso el bienestar emocional o la mera sensación de conexión. Si "interés" se define como "cualquier cosa que te haga sentir bien" entonces, por supuesto, toda interacción humana tendrá un interés, porque el ser humano busca el bienestar.
Pero esa definición vacía el término de su significado usual. Cuando se habla de "interés detrás de una interacción", generalmente se alude a un beneficio tangible, un resultado predeterminado, una manipulación, o una reciprocidad esperada y calculada.
La capacidad humana para la espontaneidad, la bondad desinteresada, la compasión, la curiosidad genuina y la pura alegría de la interacción social sin un fin a mayores es lo que distingue a muchas de nuestras relaciones y lo que niega la idea de que somos meros sujetos de interés en cada contacto humano.